martes, 22 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tórtolas

                                                

Las tórtolas turcas vinieron nadie sabe de dónde pero vinieron. Y están aquí. Son tórtolas de arrullos burdos, monocordes y con poca gracia. Han colonizado los parques del pueblo, el campo,  las alamedas de los sotos. Se han apoderado del entorno. Han echado de su sitio a otros pajarillos…

Estas tórtolas anidan todo el año. Proliferan. Primero se vio una pareja; luego, varias. Ya casi vuelan en bandadas. No tienen miedo. Levantan vuelos próximos y cercanos porque no van a ninguna parte. Me pregunto ¿Pensaría en ellas - lo digo por la coquetería de su cuello - Ibn Hazm cuando escribió el Collar de la Paloma?

Suben en vertical como un cohete de feria escapado. Llegan a cierta altura  y, luego,  o porque se arrepienten del impulso, o porque les faltan la fuerza se vienen, otra vez, casi al mismo sitio.  Debe ser un  aprovechamiento de  las corrientes térmicas.

Escribo bajo el calor tórrido de julio. Veo las tórtolas a diario, o las recuerdo en  los chopos, de picoteo por el camino, o empimpolladas, como aquella mañana de junio en lo más alto de los cipreses que recortan el horizonte abierto delante  del balcón del hotel en Benacazón.

 Desafiaban la resistencia de los tallos más tiernos y las leyes del equilibrio. De un ciprés pasaban a otro. Estaban en el pasillo de su casa. Entre las frondosidad del ramajes se escondían con su gorjeo los gorriones jugando al pilla-pilla de los pájaros.

Arriba, la luz, la sagrada luz del Sur. El Aljarafe confería a la mañana un hálito especial que sólo da la magia de la luz en algunos sitios. Tenían ya cuajo las aceitunas. Estaban generosos los olivos. Aceite que espera tiempo y hora. La Gracia de Dios suelta por el campo.


Al medio día, se adormece todo. Es el rigor del verano.  Zurean las tórtolas. Compiten  con otro canto monocorde. Es el canto de las chicharras. ¿Quién aguantará más? Sestearon las cabras y al caer la tarde arrancaron de careo por el rastrojo. Se oye una sinfonía de cencerras lejanas. Llega la noche: grillos, búhos, las ranas de la alberca… No han enmudecido las chicharras, todavía…

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