viernes, 4 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Jazmines

                                               

 Son, generalmente, blancos. Los hay, también, amarillos o blancos ribeteados en rojo casi difuminado. Con los jazmines pasa como con las cosas excelsas: se saben que están ahí. Son difíciles de explicar pero son muy bellas. Y, entonces, para terminar de arreglarlo, se arrebujan en un puñado y forma eso que se llama biznaga.

Es la flor que no es flor. Es decir, algo distinto. Algo tan nuestro que los que vienen de fuera se preguntan y “¿esto qué es?” o “¿dónde se cría?”. Uno, a veces, trata de explicarlo como buenamente puede. No se consigue. Pero está convencido que si hay una flor que identifique a Málaga es la biznaga.

Cuando llega la tarde a esa hora en que el sol decide que mañana será otro día abren los jazmines. Son pespuntes blancos de amor escapados por los muros, por las tapias, por los bordes de los jardines. Los jazmines son suspiros del alma que es pura; ilusiones que se quedaron por la mitad del camino antes de hacer realidad el sueño de la noche.

Se ensartan sobre las puntas afiladas de lo que fue un eneldo en el campo, pero que no pincha. Forman una bola uniforme de color y olor. Ha nacido la biznaga que, además, juega con la ventaja del perfume. Es única. No se sabe porqué pero tienen algo tan delicado que las hace distintas, diferentes…

Cuando era muchacho, mi madre, cada atardecer, ensartaba un ramo de jazmines. Yo siempre conocí a mi madre vestida de negro. Se lo ponía en el canalillo de pecho. No era una biznaga como las que se ponen en el pelo. No;  yo, nunca supe si mi madre olía a jazmines o los jazmines olían a madre.


Antes, cuando el tiempo tenía vergüenza nevaba en invierno y no como ahora que lo hace cuando le da la gana. El tiempo tenía un contrapunto de nevada en verano: las biznagas, copos de sensualidad y poesía, carta de presentación de un cielo estrellado que bajaba como de la mano de Juan Ramón para que se deleitase Platero. Biznagas, ¡por Dios!,  muchas biznagas.

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