lunes, 28 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Higueras

                                                

Los tordos acuden  a las higueras antes que apunten los primeros rayos del sol cada mañana. Están maduros los higos tempranos. Son su desayuno de hoy. ¿Mañana? Mañana Dios dirá… Mirad cómo los pájaros del campo, dijo un día Jesús, no siembran ni labran y vuestro Padre Celestial los alimenta… Pues eso.

Los tordos, los mirlos, los gorriones y otros pajarillos sin nombre acuden en busca de su alimento. Son los dueños de la higuera. Los higos están ahítos de almíbar y chorrean gotas de miel. Dulces, sensuales, apetitosos vienen en medio del verano a pregonar que son algo más que frutas. Son infrutescencias.

¡Qué nombre más complicado para algo sabroso! Acuden también multitud de abejas, tabarros e insectos golosos. Miguel Hernández que sabía mucho del campo  le recordó, en su Elegía a su amigo Ramón Sitjé: “Volverás a mi huerto y a mi higuera / por los altos andamios de las flores / pajareará tu alma colmenera”.

Por San Juan de junio pasaron las brevas. Vino el verano con toda la fuerza de un horno abierto para decir que aquí estoy yo, de Virgen a Virgen, o sea del Carmen a la Asunción y junto con las higueras en sazón aparecieron los racimos pendientes entre pámpanos en los sarmientos de la parra.

Cuando éramos niños y subíamos hambrientos de los baños vespertinos en el río, las higueras eran estación de penitencia obligada y reverencial. Siempre, o casi siempre, había un guarda oportuno que vigilaba… Ni el guarda ni los niños sabían que Sócrates enseñó filosofía debajo de una higuera.

El campo tenía menos vallas de alambres y los niños más temor a los guardas, entonces; los frutales - veredas de tunos – saciaban estómagos que pedían llenarse y, las higueras entraban dentro del calendario de visita.


Ahora cuando julio llega a su final las higueras tempranas tienen los pimpollos chorreando néctar y los pájaros que son los únicos que pueden llegar a esa altura pregonan a quiénes quieran escucharlo que esa, precisamente esa cosecha, es suya.

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