Mañana como quien dice dentro de un rato el Tour llega a
París. El Tour de Francia es la carretera ciclista más prestigiosa del mundo.
Llena las siestas del mes de julio: por afición al deporte de la bicicleta como
decía mi madre, por el gusto de echarle
una visual a los paisajes verdes, eternamente verdes de Francia, porque cada
año viene por la mismas fechas...¡Qué sé yo!
Lo cierto es que hoy domingo caluroso en sur de Europa el
Tour de Francia hará los recorridos de rigor en los Campos Elíseos y tras ocho
vueltas al circuito un hombre vestido de amarillo y la cara curtida por los
soles y los vientos subirá unos peldaños… Sonará el himno nacional de su país.
Es la gloria.
Me da por pensar que este Tour ha sido el más lluvioso de
los que recuerdo. No ha habido casi ninguna tarde que en la conexión de
Teledeporte y luego en la 1 de Televisión española no hayamos visto la gotas de
agua que corrían despacio, monótonas, sugerentes por el cristal que protegía el
objetivo de la cámara.
Si las imágenes eran las servidas desde los helicópteros
abajo aparecía una alfombra verde salpicada de pueblecitos de ensueños como
esparcidos sobre un tapiz para echarse una tarde de paseo. Todos con su iglesia
en medio, con su castillo más o menos en ruina y con su gente, mucha gente,
agolpada en las aceras.
Mis amigos Rafael Lería y Jacques Laulheret acudían cada año
hasta su Pau en el Bearn y, desde allí, con otros amigos picoteaban más acá o
más allá porque por sus cercanías siempre iba la caravana del Tour…
Este año, una vez más, me uno a ellos en el recuerdo. Estoy
seguro que parte de esa lluvia mansa nos la han enviado para que gocemos, aquí abajo, los que saben
que gustamos de estos paisajes. Ah, y dentro de un rato – París, siempre París-
el Tour llega a París…
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