Josep Pla llegó a Nueva York a mediados de los años
cincuenta. Cuentan que al ver el ascua de luz de la ciudad preguntó: “Y, ¿esto
quién lo paga?” Más o menos. Para Pla aquello no era la iluminación normal de
una ciudad que alumbraba su noche. No. Aquello era simplemente a su entender un derroche.
Unas imágenes muestran el llanto de unos niños palestinos
bajo el peso de la tragedia que los asola. Las lágrimas de los niños son
estrellas perdidas y fuera de su sitio ¿Quién paga el crimen de hacer llorar a
los niños? ¿Quién paga el coste de tanto misil, de tanta bomba, de tanto
derroche de barbaridad?
Un considerable número de científicos estudiosos del sida
viajaban en el avión de pasajeros derribado en Ucrania. En la escuela nos
enseñaban que dos más dos eran cuatro. Carecemos de respuesta a la pregunta de
la vida ¿cuánto suma barbaridad más barbaridad?
Nadie sabe nada. Si lo sabe no lo publica. ¿ Qué ha sido de
las niñas secuestradas en África? Violación, masacre, miseria sobre miseria… En
los países ricos miramos hacia otro lado. África está… donde tiene que estar.
¿Quién paga el abandono en que se encuentran muchos de esos países?
Se cumple por estos días el aniversario en que reventó Banca
Catalana. Jordi Pujol el ‘molt honorable’
(o como se escriba) estaba al frente. Don Jordi es el padre de esas criaturitas
tiernas, delicadas, perseguidas por los españolistas… que se han amasado ¡que se
sepa! una fortuna en Andorra. Lo de la Banca Catalana lo pagamos todos los
españoles. Y, esto ¿quién lo paga?
Algunos políticos de nuestra España se enredan en
discusiones. Quieren más dinero para alimentar a niños que lo pasan mal. No se
avergüenzan de tener el cupo de niños necesitados superior al del vecino de una
comunidad un poco más arriba. No. Sólo quieren más dinero. El asignado es insuficiente.
Sé que es verano. Calienta el sol en las playas, en las
piscinas, en las orillas de los ríos entre juncos y cañas, entre vegetación
exuberante. Sé que venir con este artículo hoy puede sonar a aguafiestas… No es
esa la intención.
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