Álora (Málaga)
Noviembre,
21 viernes
Las
agencias publicitarias se ponen las pilas. Competencia. Venden, de la manera, más atractiva, lo encomendado.
Quieren impactar. En ello les va, en ocasiones, parte de su economía. Ofrecen
abanicos de bellezas, de originalidades, de cosas pintorescas, e incluso, a
veces, maneras de jugarse la vida. Ferias (Sevilla), espectáculos (la tomatina
de un pueblo valenciano) San Fermín (Pamplona). (La Despedía en Álora no es un
espectáculo: es una vivencia totémica).
Nos
muestran lo que la naturaleza les regala con generosidad: Montañas, bosques
bellísimos, valles, picos inaccesibles, ríos encajados entre barracos profundos
o valles espléndidos. Pienso en deportes de riesgos: barranquismos, descensos
por agua bravas y turbulentas; otros atados
por los pies a un cordel, se lanzan desde la baranda de un puente. Les ponen nombres
ingleses. No caigo en el anglicismo.
Muestran
‘regalos’ – quizá no sea la palabra exacta – que les da la naturaleza: olas
gigantescas y gente que guarda el equilibrio sobre la ola desde muchos metros
alejados de la orilla hasta llevar al rebalaje; otras, es el viento quien lleva
eso que llaman parapente o ala delta, o vaya usted a saber.
No
conformes, nos dicen que aquel lugar es apropiado para ‘perderse’ entre las
arenas ardientes de un desierto (Petra en Jordania o travesías en África), en
descensos a una velocidad que marea y, que de pronto, encuentran un desnivel o
una roca. Se salva de la manera más imprevista: dan un salto en el vacío. De un
trampolín a tropecientos metros de altura no hablamos…. Piensen en cualquier
punto de la Alpes.
Hay
quien se inclina por el placer de la comida. Buena mesa. Restaurantes de guisos
sofisticados y rarísimos, de vinos de no se sabe qué añada... Eso, en
ocasiones, los contrapesan con monumentos hechos por el hombre. Templos de
muchos años, tumbas (en eso, los egipcios, especialistas) iglesias, catedrales…
Hay un
tema que no está tocado. La gente. ¿La gente? Si, la gente. Hay pueblos donde
la gente es cogedora, abierta. Si tienes la suerte de encontrarte con alguien
que te introduzca entonces miel sobre hojuelas. Tiene Álora, mi pueblo, y de
gentilicio ‘perote’ un no sé qué que se queda meciendo e invita al visitante a
que vuelva.
Hace
unos días el pintor, Leonardo Fernández, vino como miembro del jurado de
pintura. Coincidió con el alcalde en la sesión. A la hora de tomar el tren de regreso, llovía.
No había manera de encontrar un vehículo que lo llevase a la estación.
- El
alcalde, me dijo, me bajó en su coche…
La
mejor de las todas las publicidades posibles. Y, uno, que ama – nada de
chauvinismo, por favor – su tierra siente satisfacción interior. No solo, no se
recompensa con nada, sino que, de manera espontánea, le sale:
- “Es
que los perotes somos así”.
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