Noviembre,
15 sábado.
Dicen que
la vida es una sucesión de sensaciones. Afortunadamente, cada uno las
interpreta a su modo y manera. Quién goza con un día nublado y quien lo prefiero
de sol achicharrando. No sé qué opina un bereber del desierto o un esquimal del
círculo polar… (De las otras, hoy no toca hablar).
Mingote,
el genial don Antonio, publicó una viñeta (ABC la puso en portada) donde Velázquez
expresa: “Hay días en los que a uno no se le ocurre nada”. Velázquez, en ese
momento, pintaba Las Meninas.
La vida,
dijo también el Beatles de turno “es eso que pasa mientras uno hace proyectos”.
Las dos cosas son verdad. Una corriente que no está quieta; unos proyectos que
uno pretende alcanzar. Unas veces se consiguen y otras no….
Todo
esto viene a cuento porque la vida, a lo mejor, es algo más simple o más
sublime (vuelvo a lo del esquimal y al bereber). La vida es la suerte de
encontrarte con alguien excepcional a tu vera en los momentos que se necesita.
Es eso de, aunque se ha mamado la misma leche, no es tu hermano, pero es algo
más que un hermano…
La vida
te pone sin saber por qué a ese alguien que un día te dice lo que tienes que
hacer, que tú lo habías intuido. Nunca has dado el paso para hacerlo. Ese alguien
con quien al igual te cruzas muchas veces y no te percatas de la valía que pasa
ante tus ojos.
A ese
alguien también le suman los días. A eso le llama el calendario ‘cumpleaños’. Y
agrega hojillas a un almanaque invisible y a ti se te pasa y se te olvida que
hoy le han caído unos pocos más y entonces aparece, de pronto, como las instantáneas
de una película a modo de fogonazo, momentos de la vida.
A ti se
he ha olvidado decirle algo tan vulgar como “feliz cumpleaños”. Y entonces, uno
dice para sus adentros, feliz cumpleaños, no, no… feliz día porque me das parte
de ellos con tu palabra hablada o escrita cada mañana, con su estar en silencio,
con tu indicación precisa, con saber que te tengo ahí…
Hay días
que parecen iguales a otros y lo son, pero no lo son. Días en los que a uno no
se le ocurre nada mientras una puñetera gripe te tiene encerrado entre los cuatro
muros de la casa. Enfrente, al otro lado de la ventana, el mar va y viene, con
sus olas, con gaviotas de vuelo planeado y lento, con un mensaje no escrito que
dice que no está, pero está porque no se ha ido nunca… ¿A qué feliz cumpleaños sabe
a poco? Pues eso.
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