Noviembre,
1 sábado.
Dice el
Génesis, ese Libro con el arrancan las narraciones de la Biblia, pero que no
fue el primero que se escribió, que Abran pasó por aquella tierra (venía Ur de
Caldea) hasta el lugar de Siquem (hoy en Cisjordania) donde la encina de More.
Y en aquella tierra de Canaán, se le apareció Jehová y le dijo que le daría esa
tierra a su descendencia y más cosas, y entonces, Abran levantó un altar,
plantó su tienda e invocó Jehová…
Hay
otro paraje extremadamente explicativo. Habla de las costumbres de aquellos
tiempos. Podemos estar remontándonos a más de tres mil años antes de Cristo.
Dice que Abraham se había retirado al encinar de Mamré, cerca de Hebrón, en
tierra de Canaán.
Un día
descansaba y entonces se le aparecieron tres hombres. Entre ellos, uno era el
propio Dios, pero él no lo reconoció. Abraham les dio agua, alimentos y los recibió
con la hospitalidad como solían recibir a los forasteros que llegaban. Entre otras
cosas, los recién llegados le anunciaron que volverían dentro de un año y que
Sara ya tendría un hijo. Sara muy mayor, estaba dentro de la tienda y tuvo una
sonrisa por sus adentros. Dice el texto sagrado: “para Dios nada es imposible”.
La
encina ha sido un árbol muy considerado en nuestra cultura. Su nombre
científico es Quercus Quercus. Florece en primavera. Es una flor que
cuelga a modo de ramo, ambarina al atardecer, y se llama Candela.
Durante los meses de verano madura el fruto y se recolecta en otoño. Se conoce
como bellota y tiene muchas propiedades alimenticias.
Durante
muchos años se usó como harina para hacer una especie de pan y servía para
alimento humano; después, se emplea como alimento animal, especialmente para el
ganado porcino hasta el punto que los productos de los cerdos alimentados con
bellotas alcanzan cotas muy elevadas en sus precios cuando salen al mercado por
su excelente calidad,
La
encina como árbol mediterráneo se adapta bien a la sequedad. Vive en terrenos
pobres y quebrados. Cuando ocupa lugares llanos recibe el nombre de dehesa y crea
un ecosistema que acoge a gran cantidad de animales, insectos y aves. Su
crecimiento es lento, muy lento. Su madera, muy dura. Se aprovecha para hacer
fuego, fabricar muebles y utensilios que en la antigüedad fueron, muy útiles
para la vida del hombre.
El
folclore popular la llevó a sus expresiones: “Carbón de encina / picón de
olivo”. Otros autores a la literaria: “(…) junto a un pozo y
un abrevadero de ovejas; a la derecha una corpulenta encina centenaria”. Mi vida al aire
libre: Memorias de un hombre sedentario (1989), Miguel Delibes.
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