sábado, 1 de noviembre de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Encina

 



Noviembre, 1 sábado.

 

Dice el Génesis, ese Libro con el arrancan las narraciones de la Biblia, pero que no fue el primero que se escribió, que Abran pasó por aquella tierra (venía Ur de Caldea) hasta el lugar de Siquem (hoy en Cisjordania) donde la encina de More. Y en aquella tierra de Canaán, se le apareció Jehová y le dijo que le daría esa tierra a su descendencia y más cosas, y entonces, Abran levantó un altar, plantó su tienda e invocó Jehová…

Hay otro paraje extremadamente explicativo. Habla de las costumbres de aquellos tiempos. Podemos estar remontándonos a más de tres mil años antes de Cristo. Dice que Abraham se había retirado al encinar de Mamré, cerca de Hebrón, en tierra de Canaán.

Un día descansaba y entonces se le aparecieron tres hombres. Entre ellos, uno era el propio Dios, pero él no lo reconoció.  Abraham les dio agua, alimentos y los recibió con la hospitalidad como solían recibir a los forasteros que llegaban. Entre otras cosas, los recién llegados le anunciaron que volverían dentro de un año y que Sara ya tendría un hijo. Sara muy mayor, estaba dentro de la tienda y tuvo una sonrisa por sus adentros. Dice el texto sagrado: “para Dios nada es imposible”.

La encina ha sido un árbol muy considerado en nuestra cultura. Su nombre científico es Quercus Quercus. Florece en primavera. Es una flor que cuelga a modo de ramo, ambarina al atardecer, y se llama Candela. Durante los meses de verano madura el fruto y se recolecta en otoño. Se conoce como bellota y tiene muchas propiedades alimenticias.

Durante muchos años se usó como harina para hacer una especie de pan y servía para alimento humano; después, se emplea como alimento animal, especialmente para el ganado porcino hasta el punto que los productos de los cerdos alimentados con bellotas alcanzan cotas muy elevadas en sus precios cuando salen al mercado por su excelente calidad,

La encina como árbol mediterráneo se adapta bien a la sequedad. Vive en terrenos pobres y quebrados. Cuando ocupa lugares llanos recibe el nombre de dehesa y crea un ecosistema que acoge a gran cantidad de animales, insectos y aves. Su crecimiento es lento, muy lento. Su madera, muy dura. Se aprovecha para hacer fuego, fabricar muebles y utensilios que en la antigüedad fueron, muy útiles para la vida del hombre.

El folclore popular la llevó a sus expresiones: “Carbón de encina / picón de olivo”. Otros autores a la literaria: “(…) junto a un pozo y un abrevadero de ovejas; a la derecha una corpulenta encina centenaria”. Mi vida al aire libre: Memorias de un hombre sedentario (1989), Miguel Delibes.

 

 

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