Noviembre 24, lunes
Visto
desde la terraza – aquí no llega el rumor del mar ni tampoco se ve- la tarde
pinta fría y algo chunga. La tarde y parece que los días que vienen, también. Según
el telediario ese hombre con el pelo del color de las mazorcas antes de
quitarle el sayo anda frito por meterle mano a otro, uno que vive más abajo de
su casa. Un poco lejos, pero más abajo. Yo no he estado nunca allí, pero lo sé.
El del
pelo color panocha, de vez en cuando, que es como decir casi siempre, aunque
esté en su despacho o dentro de un avión, se pone una gorra de color rojo
intenso. Oigan, monísimo. Una preciosidad. Nada discreto. Un hortera subido. Asusta
hasta a los tiburones que se las andan en busca de otro viejo pescador que como
Santiago salga de La Habana y que lleve otros ochenta y cuatro días sin
pescar… Iba solo, Santiago, digo, por el
mar azul que media entre la tierra donde él vive y, la tierra del otro…
El
otro, el que vive más abajo de la casa del de la gorra colorada, no crean que
es de esas bellezas que hacen que uno se vaya detrás de él. No sé si lo hace
por seducir o porque quiere marcar una pose y pedigrí propio, pero, a veces, se
pone un chándal – todos los que se visten así para salir en público no han
hecho deporte en su vida – de color azul eléctrico y lo conjuga con ese otro color
tan discreto como el amarillo intenso, chillón. Vamos, una ternura… (Además
suele hablar, si a eso se le puede llamar hablar, a gritos).
Se gritan,
pero no se escuchan por la lejanía y por esa otra fea costumbre de que no se
quieren enterar que la gente hablando se entiende. ¡Qué va! Menos mal que esos
periodistas, ángeles de la objetividad. (Yo les llamo pesebreros, no por burros,
por lo ‘otro’. Vamos de los que ven y cuentan… y que cada uno le rece al santo
como crea oportuno. Ellos ponen los adjetivos
(gallo que no canta, algo tiene en la garganta) que más le conviene, al del
pelo panocha o al del chándal discreto. A veces aparecen noticias. Dicen que,
algunos, tienen contratos en sus medios con un montón de ceros a la derecha de
la primera cifra, pero de eso no hablamos…
Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen
ResponderEliminar