El Torcal de Antequera
Noviembre, 20 jueves.
Cae la tarde. Salgo de
Antequera con el sol semiapagado de una tarde noviembre tardío. El Torcal tiene una cogulla de nubes. La
carretera está hilvanada por una sucesión de puntadas de tractores con
remolques pintados de verdes. Acarrean
aceitunas de los cortijos de Chimenea, de los Llanos de la Malena del Ventorro,
de Checa, de la Yesera…Han comenzado la recolección de la aceituna. Los olivos
pespuntean las ramas con la fruta ya morada. Dado el lugar y el momento deben
ser hojiblancas.
He echado el día con un grupo
de amigos. Cuando se levanta la reunión y parece que no ha pasado el tiempo es
que lo has pasado muy bien. Al igual me quedo corto. Hacia tiempo que la visita
estaba programada, pero…
Lorenzo nos ha regalado un
facsímil como adelanto del libro que va a presentar a principios del año que
viene, o sea, dentro de un mes día arriba, día abajo.
Son un puñado de hojas; algo pequeño.
Solo unas cuantas páginas en esquema, pero denso, muy denso. Abre boca para lo
que va a venir. Comienza con una carta de Enrique Molina, de 1962. Le adelanta
tres sonetos. Él, en la entrega de hoy, solo nos ha regalado los
encabezamientos; en otra, de 1963 inserta opiniones del poeta a modo de crítica
a la obra de Blas de Otero. A Enrique Molina le pasa como a otros poetas. Unos,
lo desconocen; otros, casi no saben de él. Solo lo recuerdan, y no lo olvidan,
sus alumnos.
Inserta, una carta de José
María González Ruiz. Inicios del
Concilio; mucha esperanza de la mano de la ilusión que suscitaban todos
aquellos tiempos, y la pregunta sobre qué vendrá después. González Ruiz,
adelanta y califica el Vaticano II como el concilio más importante de la
Historia de la Iglesia. No deja de ser una opinión. Las cosas nacen con un
sentimiento y, después, ya se sabe lo que ocurre.
Otra carta de Alejo J. García
Ortega recién llegado a Madrid y con responsabilidades en Signo apunta
también a los tiempos que vienen, entonces, donde casi había comenzado la
segunda mitad del siglo XX.
Antonio Aguilera, un muchacho adolescente,
le habla en otra carta de la soledad del seminarista, septiembre de 1963, en
vacaciones, de la poca respuesta de otros compañeros, de la alegría de recibir
al amigo…
El libro promete. En un
apartado del rato compartido, me dijo.
- Te va a gustar, la carta de
Enrique Molina.
- Me gusta, me ha gustado,
mucho…
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