domingo, 23 de noviembre de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Entre mujeres se repartieron la belleza...

 

 

                                 María Santísima de los Dolores Coronada. Álora (Málaga)


 Noviembre, 23 domingo.

 

Álora, vivió ayer, sábado 22 de noviembre de 2025, un día espléndido. Irrepetible por muchas cosas, excepcional. La Real y Sacramental Cofradía de Dolores Coronada y Soledad celebraba una efeméride. Conmemoraba 25 años de la Coronación canónica de su titular. Todo fue diferente; todo, de una manera inusual.

Los actos comenzaron, por la mañana, con el descubrimiento de un monolito en la Plaza de la Legión Española donde se recordaba que hacía 25 años que a la Legión…. Sí, esa de la que dice el maestro Alcántara que cuando Cristo dio las tres voces lo oyeron en las tinieblas, en Santo Domingo y en la Legión… Pues sí, maestro, esa. En Álora, hace 25 años le dieron las Llaves de Oro de la Ciudad que es como decirles que aquí tiene su casa…

Luego, entre la tarde y la noche… Casi a esa hora en que el sol se va por el Monte Redondo camino de América, salió Ella. La Divina Mujer, entre todas las mujeres, nada menos que la Madre de Dios, (y de paso, madre nuestra), salía sobre su trono a la Plaza por la puerta principal del templo. Iba a recorrer las calles… Ya hacía un poco de frío; luego, cuando llegó la noche, el poco pasó a mucho, mucho frío por fuera. Por dentro, calor.  Ese calor que no cuantifica con termómetros. El otro.

¡Como ha trabajado la gente de la cofradía para cambiar el pueblo! Tenía de casi todo: frío de invierno, papelillos de carnaval, tres bandas de música, ¡tres! Recordaban, esa manera tan especial que tiene nuestra tierra para celebrar las cosas grandes. Gallardetes de feria, trempletes luminosos, banderas, aleluyas, petaladas, bulla, colorido… y el que vende almendras tostadas. Gente, mucha gente, tanta gente que no se cabía… Y presidiéndolo todo Ella.

Desde que Málaga – en Álora, también – viró a imitar los ‘gustos’ de Sevilla y se apartó de los cánones tridentinos y tristes que venían de otros sitios, ganó en belleza, en esplendor. Fue algo así como sacar el Arte a la calle.

Anoche Ella iba ¡divina!  (vaya novedad). No es redundancia, no. Iba bellísima. A su trono no le faltaba ni le sobraba nada. O sea, cuando ocurre eso se dice: casi perfecta. Un poco más adelante un grupo de mujeres – entre mujeres…- de matilla rigurosamente negra, con vestidos de colores, sin rosario ni devocionario: “lo impone el protocolo”. No es una procesión de dolor sino de gloria. Ponían un punto bellísimo, impresionantemente bello, acorde, si me apuran con la que iba sobre el trono…

Felicidades a quienes han hecho posible un día así. Quienes han trabajado sin denuedo y nadie va a conocer sus nombres, hermandad, autoridades religiosas, municipales, civiles, militares y pueblo, pueblo llano que pasó frío, mucho frío y llenó las calles, a tope, porque ya se sabe “entre mujeres se repartieron la belleza…”

 

P.D. ¡Ah! Entre “nuestro” y “mío” solo median cuatro letras. De las que sobreviven, ninguna se repite…

 

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