Octubre, 17 jueves
El
miedo es algo que puede ir consustancial con la infancia. Nuestra poca
experiencia en aquella edad hacía decir a los mayores que “como los niños no
tienen noción del peligro, no tienen miedo”.
Eso no
es cierto. De niño se tiene miedo. A veces, un miedo que aparecía sin saber
cómo ni por qué. Era una zozobra que de pronto se apoderaba. Si se iba por la
carretera se miraba hacia atrás, por aquello del ‘tío mantequero’. Lo pintaban
como un hombre estrafalario que llevaba un saco de arpillera al hombro donde decían que metía a los niños
que había matado. ¿Para qué querría - me pregunto ahora- el tío mantequero la
manteca de aquellos niños que nadie conocía?
Luego,
cuando la infancia daba paso a la pubertad, el miedo era otro. Era el miedo
¿del que va a ser de ti si te quedabas solo? ¿Dónde te recluir? Hablaban de las
Casas de Misericordia que había en las ciudades grandes y a todos nos daban
horrores aquellos internados. (Todavía no existían de nombre los llamados Centro
de Menores). Hoy no sé qué calificativo
se les podría dar.
En la
juventud la lectura me dijo que otros muchachos de mi edad y de otros lugares habían
superado momentos muy duros. Me acordaba del muchacho que estaba en tierra
cuando el viejo pescador de La Habana, Santiago, había pescado el pez más grande de su vida.
Homero Macauly veía reflejada la actualidad de espaldas – algunos – a la
realidad de Ítaca (California).
Pio
Baroja en Zalacaín el Aventurero enseñaba que había otra sociedad y Miguel
Delibes con Antón el Ratero y en muchos de sus libros mostraba una
Castilla diferente a la Andalucía que conocíamos. Algo así, pero más duro, pasaba
con Los Chicos de Ana María Matute. Esa España de niños de posguerra en
campos de internamientos de sus padres era algo totalmente nuevo. Es más, ni
siquiera habíamos oído hablar de ellos.
Ahora,
cuando hace ya un puñado de años que se ha pasado el ecuador de la vida (el
geográfico también) y nos acercamos a ese día del último viaje, los miedos son
otros; el paso de la película – algunos años, totalmente en la oscuridad del
olvido; otros, con un realismo y una presencia enorme… - están ahí y aguardan
no sabemos qué. Es más momento de
preguntas que de miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario