Golfo de Lepanto. Grecia
Octubre,
7 martes
Hoy,
siete de octubre, se conmemora el 454 aniversario de la última gran batalla
naval donde se enfrentaron galeras impulsadas a remo y barcos de vela en el
Golfo de Lepanto, al sur de Grecia. Por lado combatieron las fuerzas otomanas;
por el otro, una coalición de ejércitos, hoy los llamaríamos occidentales.
En
aquel tiempo se conoció como la Liga Santa impulsada por el Papa Pío V, España
y Venecia. Se agregaron, también, la Orden de Malta, la República de Génova y
el Ducado de Saboya. Se consideró la mayor batalla naval desde la antigüedad.
España puso el grupo de combatientes; Venecia los barcos. Los demás
contribuyeron con aportaciones económica, hombres y barcos en menor medida.
La
escuadra salió de Mesina, en Sicilia, al sur de Italia bajo el mando de don
Juan de Austria. La estrategia naval corrió a cargo de uno de los grandes
marinos de la historia: Andrea Doria. No confiaba en el resultado que podría ir
tomando la batalla y colocó los barcos, de tal manera que a babor y estribor si
en un momento de debilidad decía dar la vuelta, se encontraba con un barco
‘amigo’ y entonces sus propios compañeros lo hundirían.
En la
batalla participo el hombre más importante de las letras españolas. Miguel de
Cervantes Saavedra que perdió, inutilizado, su brazo izquierdo. Cervantes la
definió como la batalla más grande que jamás vieron los pueblos. Después de la
batalla fue hecho prisionero. Sufrió cinco años de cautiverio en Argel de donde
fue rescatado por los frailes trinitarios. De hecho, a su muerte fue enterrado
en el Convento de los Trinitarios en Madrid. Sus restos no se han encontrado.
Se
cuenta que el papa Pio V rezaba el rosario y supo de la victoria de las tropas
aliadas. No se dice cómo llegó la noticia a Roma porque en aquellos tiempos no
había el sistema de comunicaciones de hoy. El papa en agradecimiento, concedió
que en tal día como hoy, se estableciera la festividad de la Virgen del Rosario
en la Iglesia Católica.
De la
flota otomana solo salieron ‘vivas’ solo treinta galeras. Como consecuencia de
la victoria se frenó el expansionismo otomano en el mar Mediterráneo durante
algunas décadas y se provocó que los corsarios aliados de los turcos
abandonaran sus ataques y expansiones hostigadoras a las costas occidentales.
Los
estrategas de la guerra la calificaron como una “victoria de la infantería
sobre cubiertas” otros dicen que terminaba una época y comenzaba la navegación
“a vela”. Sea como fuere se consideró como un gran triunfo de las tropas
aliadas donde brillaron con luz propia don Juan de Austria – de niño vivió en
Cuacos, al pie de Gredos, con su preceptor para estar cerca de su padre en
Yuste – y Andrea Doria.
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