martes, 14 de octubre de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pitahaya

 




Octubre, 14 martes

 

Dicen que su lugar de nacimiento fue América. Puede ser de la América del Centro o la de Sur.  Se cría también en el sur de México y en las costas del Océano Pacífico. Después, ya ha saltado todas las fronteras que estúpidamente ponemos los hombres.

Hace unos años, en estos lugares de la tierra nuestra, era una fruta desconocida como otras que tenían también tenían un carácter ornamental pero nunca un fin alimenticio. Pienso ahora por ejemplo en esa que llamamos ‘Costilla de Adán’; en otros lugares, ‘Hoja Calada.’

La pitahaya es un cactus. Su aspecto exterior no es vistoso. Crece de manera desgarbada como si sus ramas fuesen tentáculo que ascienden y ascienden en una pretensión utópica de querer alcanzar el cielo.

En algunos lugares la llaman ‘fruta del dragón’. Desconozco el motivo porque crece y crece sin que tenga protuberancias más sobresalientes, aunque, eso sí, en el filo de sus pencas aparecen espinas parecidas a la de las chumberas, aunque menos gruesas y menos punzantes sin ser agresivas.

Las hay de diferentes colores. Algunos fuertes (puede ser una trampa para atraer a los insectos). Cuando se abre en dos su pulpa es blanquecina y moteada de pequeñas semillas comestibles y que no inciden en su calidad. Su sabor, dulce, sin ser excesivo.

Dicen los gastrónomos que es muy rica en azúcares con un sabor agradable, sirve para mejorar la digestión y, además, refuerza el sistema inmunológico. O sea, una autentica bendición degustarla.

Su forma ovalada; el tamaño de medio a grande y muy atractiva por su color, principalmente, rosáceo intenso o amarillo. Es más resistente la de color amarillo, pero más agradable en textura según los expertos la roja o rosácea. Cuando obtiene su grado de madurez los colores se intensifican hasta el punto de que son excesivamente llamativos.

En América se polinizan, de manera natural con un murciélago. Su flor, hermafrodita, se abre una sola vez, cuando viene el día después del alba. Con el calor del sol se deshidrata por lo que ya no puede polinizarse y se pierde.

En España desde hace unos años se cultiva de manera artificial en invernaderos. La mano del hombre es la encargada de llevar el polen a su pistilo. Mi amigo Juan Blanco las cultiva al aire libre. El domingo por la tarde, me las mostró y me dijo que estaban a punto de florecer. Hoy, me ha enviado la preciosidad que ilustra el artículo con el marco insuperable del castillo de la Torres bastión y residuo histórico de Álora que otea vientos y resiste el paso del tiempo.

 

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