Octubre,
14 martes
Dicen
que su lugar de nacimiento fue América. Puede ser de la América del Centro o la
de Sur. Se cría también en el sur de México
y en las costas del Océano Pacífico. Después, ya ha saltado todas las fronteras
que estúpidamente ponemos los hombres.
Hace
unos años, en estos lugares de la tierra nuestra, era una fruta desconocida
como otras que tenían también tenían un carácter ornamental pero nunca un fin
alimenticio. Pienso ahora por ejemplo en esa que llamamos ‘Costilla de Adán’;
en otros lugares, ‘Hoja Calada.’
La pitahaya
es un cactus. Su aspecto exterior no es vistoso. Crece de manera desgarbada
como si sus ramas fuesen tentáculo que ascienden y ascienden en una pretensión utópica
de querer alcanzar el cielo.
En
algunos lugares la llaman ‘fruta del dragón’. Desconozco el motivo porque
crece y crece sin que tenga protuberancias más sobresalientes, aunque, eso sí,
en el filo de sus pencas aparecen espinas parecidas a la de las chumberas, aunque
menos gruesas y menos punzantes sin ser agresivas.
Las hay
de diferentes colores. Algunos fuertes (puede ser una trampa para atraer a los
insectos). Cuando se abre en dos su pulpa es blanquecina y moteada de pequeñas
semillas comestibles y que no inciden en su calidad. Su sabor, dulce, sin ser excesivo.
Dicen
los gastrónomos que es muy rica en azúcares con un sabor agradable, sirve para
mejorar la digestión y, además, refuerza el sistema inmunológico. O sea, una
autentica bendición degustarla.
Su forma
ovalada; el tamaño de medio a grande y muy atractiva por su color, principalmente,
rosáceo intenso o amarillo. Es más resistente la de color amarillo, pero más
agradable en textura según los expertos la roja o rosácea. Cuando obtiene su
grado de madurez los colores se intensifican hasta el punto de que son
excesivamente llamativos.
En
América se polinizan, de manera natural con un murciélago. Su flor, hermafrodita,
se abre una sola vez, cuando viene el día después del alba. Con el calor del
sol se deshidrata por lo que ya no puede polinizarse y se pierde.
En España
desde hace unos años se cultiva de manera artificial en invernaderos. La mano
del hombre es la encargada de llevar el polen a su pistilo. Mi amigo Juan
Blanco las cultiva al aire libre. El domingo por la tarde, me las mostró y me
dijo que estaban a punto de florecer. Hoy, me ha enviado la preciosidad que ilustra
el artículo con el marco insuperable del castillo de la Torres bastión y residuo
histórico de Álora que otea vientos y resiste el paso del tiempo.
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