Río Guadalquivir a su paso por Coria del Río (Sevilla)
Octubre,
6 lunes
Y baja
el río y trae en sus aguas sabor a pinares, y a encinas; sabor a retamas y a
olivos tiernos; y baja el río y en sus agua se muelen “marteñas” “picuales” “conicabras”… esencias de la tierra, bálsamo de Dios,
ungüento, y alimento en las mesas de los pobres.
Y baja
el río de la Sierra, que sí, entre Pozo y Cazorla; que no, que no, que ahora
dicen que no, que viene de otras tierras, de esas que llaman de Almería, donde
el mar se hace de esmeralda en el cabo de rocas volcánicas de Gata. Por aquí,
por esta sierra, que tiene enfrente la de Segura, aflora por entre las grietas calizas
y grises.
Y,
luego, cuando se topa, de frente, con Sierra Morena: “qué bien – dijo don Antonio Machado – los
nombres ponía / quien le puso Sierra
Morena a esta Serranía”, se gira, a la izquierda, para buscar la mar grande esa
que besa con espuma de nácar América.
Y entre
olivos que compiten con él y se muestra como un mar de plata cuando la brisa de
la mañana acaricia las hojas verdes y entonces, precisamente entonces, se riza
con sonrisa de ángeles que salieron a darse una vuelta.
Y va y
toma los nombres por donde pasa y es el río de Cazorla y el de Andújar, la que
tiene a la Morenita en la Sierra, y cada primavera convoca a miles de
peregrinos que suben a donde está ella porque sabe, que de noche, en la solead
de los inviernos, está acompañada por el
brillo de las estrellas que no la dejan sola.
Es el
río de Córdoba, la “romana y mora” - como la vio, el otro Machado, don Manuel –
y lo ve pasar bajo el puente donde hace tiempo que las norias no muelen trigo
sino romanzas de ojos negros que se amparan en el tiempo…
Y es el
río de Sevilla, “el de las barbas granates” que le pintó Federico como su
sangre derramada y el que tiene en la orilla “una casa y en la casa una ventana
y en la ventana una niña que las rosas envidiaban…” Y que luego sigue con lo de
la feria y con lo otro, con lo otro que desgarra el alma.
El
maestro Barbeito dice de él “soñando Itálica nos habíamos dormido Marea y yo en
sábanas de oro del crepúsculo…” Y entonces, le pido y me deje que haga mío los
versos que Gerardo Diego escribió para otro río: “¡Quién pudiera como tú / a la
vez quieto y en marcha…” Y lo veo irse por la Puebla que le dio apellidos, y de
Morante, el de la “media” en la revolera de un albero de gloria… y se va para
Sanlúcar como se irá el sol que envidioso no quiere romper la mañana y se acuna
en sus aguas…
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