Octubre, 24 viernes
El río
Tajo nace en Fuente García, cerca de Frías de Albarracín en los Montes
Universales de la Serranía de Cuenca; otros, lo buscan cuna un poco más allá.
No importa. Nace humilde, casi pide disculpas; luego, se echa a andar por
parajes bellísimos y únicos.
El río
Cuervo, en la Muela de San Felipe. El paraje, único, va al Guadiela que es
afluente del Tajo. Las cosas de la vida. Quien naciendo humilde llega a ser de
gran importancia; quien teniéndolo todo, acaba en el más grande de los
anonimatos, o sea en la nada.
El Tajo
es consustancial a Toledo. El uno y el otro se dan la mano. Describe el río una
hoz profunda y pronunciada. Garganta milenaria por la que llegaron a la ciudad
aires nuevos o por donde se fueron en busca de otros mundos.
El
Puente de Alcántara (hay otro, con el mismo nombre, pero está muchos kilómetros
más abajo cuando casi ya se llega a Portugal) se agarra fuerte a las dos
laderas. Campo y ciudad. Campo de cigarrales, retamas, encinas y olivos
escuálidos; ciudad que acuna cultura de siglos.
Desde
la lejanía se le ve llegar manso, como quien quiere porque le es obligatorio la
reverencia; luego bordea y se pierde camino de otras tierras donde el adobe lo
hará alfarero en Talavera o en Puente del Arzobispo, que debió ser un señor muy
importante, por lo del nombre del pueblo. La historia dice que se llamó en vida
Pedro Tenorio y fue arzobispo de Toledo…
Cuando
cae la noche, el silencio se adueña de Toledo. Del Tajo sube un rumor que ya no
tiene el encanto de la poesía de Garcilaso. El río no está del todo limpio. Se
han empeñado en quitarle la poesía de las aguas ‘nemorosas’.
Va
camino del Atlántico. Cruza por tierras muy despobladas, aunque con mucha
historia en sus entrañas. En ellas desde tiempo inmemorial el hombre dio en
llenar su existencia con eso que damos en llamar su propia vida. Y yo, también,
sigo mi camino…
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