viernes, 3 de octubre de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Responsables...

 


Octubre, 3 viernes


Vivimos en este país nuestro, al que todavía llamamos España, una ola de desinformación interesada que hace que la tensión crezca de manera desorbitada. Donde antes veíamos una persona casi con los mismos problemas que nosotros, ahora, por arte de birlibirloque, se convierte en enemigo.

En cualquier ciudad se hace una manifestación para protestar por un problema.  Los problemas no se solucionan con la protesta sino con la gestión oportuna. Un energúmeno rompe un escaparte, quema un contenedor, o destroza el mobiliario urbano. Automáticamente, el oponente político pide la dimisión del ministro de Interior que está a un montón de kilómetros…

-  Es que él, te dicen, es el responsable. ¡Ah! El energúmeno, pienso yo ¿no?

Acabamos de conocer un problema muy gordo. Unas pulseras que debían servir para proteger a mujeres de una casi posible muerte, a manos de canallas sin alma, han fallado. Dicen que cambiaron de marca por motivos de economía y oportunidad (quiero creer que fue por eso y no por otra cosa). Se pide, desaforadamente, la dimisión de la ministra… ¿No sería más lógico buscar quién o quiénes tomaron la decisión y si incumplieron en su obligación de hacer el seguimiento oportuno, entonces, pedirles responsabilidades?

Ha saltado la noticia. Unas dos mil o más mujeres (una sola ya sería multitud) en nuestra Andalucía se han dejado a pecho descubierto (nunca mejor dicho) ante la posibilidad de padecer cáncer de mama. Las detenciones de esa terrible enfermedad se hacen en máquinas muy especializadas manejadas por personal cualificado. ¿Tan difícil es pedir que se expliquen quienes estaban de servicio en esos días? ¿Tan difícil es averiguar el porqué se ha llegado a esto y, obviamente, pedir responsabilidades, si las hubiere? Pues no. La solución más bullanguera, se pide la dimisión de la consejera de Salud.

Estamos hasta el gorro de ver a gente que agrede a Fuerzas del Orden, a Médicos en sus lugares de trabajo, a Docentes en sus centros, a maltratadores de personas mayores en residencias… y así la lista se puede alargar un montón. A lo mejor, ha llegado el momento de pararse y pensar que al igual todos – y digo, todos – somos responsables de muchas cosas y nos las echamos, alegremente, a las espaldas.

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