Octubre, 3 viernes
Vivimos
en este país nuestro, al que todavía llamamos España, una ola de desinformación
interesada que hace que la tensión crezca de manera desorbitada. Donde antes veíamos
una persona casi con los mismos problemas que nosotros, ahora, por arte de
birlibirloque, se convierte en enemigo.
En
cualquier ciudad se hace una manifestación para protestar por un problema. Los problemas no se solucionan con la protesta
sino con la gestión oportuna. Un energúmeno rompe un escaparte, quema un contenedor,
o destroza el mobiliario urbano. Automáticamente, el oponente político pide la
dimisión del ministro de Interior que está a un montón de kilómetros…
- Es que él, te dicen, es el responsable. ¡Ah!
El energúmeno, pienso yo ¿no?
Acabamos
de conocer un problema muy gordo. Unas pulseras que debían servir para proteger
a mujeres de una casi posible muerte, a manos de canallas sin alma, han fallado.
Dicen que cambiaron de marca por motivos de economía y oportunidad (quiero
creer que fue por eso y no por otra cosa). Se pide, desaforadamente, la dimisión
de la ministra… ¿No sería más lógico buscar quién o quiénes tomaron la decisión
y si incumplieron en su obligación de hacer el seguimiento oportuno, entonces, pedirles
responsabilidades?
Ha saltado
la noticia. Unas dos mil o más mujeres (una sola ya sería multitud) en nuestra Andalucía
se han dejado a pecho descubierto (nunca mejor dicho) ante la posibilidad de padecer
cáncer de mama. Las detenciones de esa terrible enfermedad se hacen en máquinas
muy especializadas manejadas por personal cualificado. ¿Tan difícil es pedir
que se expliquen quienes estaban de servicio en esos días? ¿Tan difícil es averiguar
el porqué se ha llegado a esto y, obviamente, pedir responsabilidades, si las
hubiere? Pues no. La solución más bullanguera, se pide la dimisión de la
consejera de Salud.
Estamos
hasta el gorro de ver a gente que agrede a Fuerzas del Orden, a Médicos en sus
lugares de trabajo, a Docentes en sus centros, a maltratadores de personas mayores
en residencias… y así la lista se puede alargar un montón. A lo mejor, ha
llegado el momento de pararse y pensar que al igual todos – y digo, todos – somos
responsables de muchas cosas y nos las echamos, alegremente, a las espaldas.
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