jueves, 30 de octubre de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Gracia de Dios

 



Octubre, 30, jueves

 

El palo borracho es un árbol de origen subamericano. Se cría en Argentina, Brasil, Chile y Bolivia. Florece en todo el hemisferio sur desde febrero a mayo. O sea, en los meses que a nosotros nos corresponde por estar el hemisferio norte, los meses de otoño climatológico.

En América, en algunos lugares lo llaman Baobad. Alejandro Casona, un dramaturgo completamente olvidado hoy en España tiene una obra – como casi toda la suya – excepcional: la Casa de los siete balcones. El emigrante regresa ante la llamada totémica y Casona mezcla su preocupación por el más allá, y evoca las noches de viento cuando el aire agitaba sus ramas y, entonces, en la lejanía se escuchaba como una voz perdida:  “baobab, baobab…” y se diluía entre el misterio y el silencio.

En cierta ocasión, los vi cuando paseaba por la zona del puerto de Málaga, para ser más exacto, entre la Equitativa y la antigua estación de Suburbanos. ¿Se acuerdan? Sí, aquel tren que por el litoral iba por Vélez y luego subía por el boquete de Zafarraya hasta el otro lado de la sierra. Como el terreno era muy abrupto, había una zona que era un tren de cremallera. Yo eso no lo conocí, pero me lo contaron y por eso lo digo.

Otro ramal del tren llegaba hasta Coín. Iba por Zapata, Churriana, y los Alhaurines. Este verano, en Tolox, supe que, incluso, intentaron llevarlo hasta el balneario, en el siglo XIX, pero la cosa, como tantas otras, en nuestra tierra quedó en el buen pensamiento.

Pues a lo que iba, en esa zona, casi junto a la estatua que Málaga dedicó al Cenachero, obra de Jaime Pimentel, existen varios ejemplares, quizá de los más bellos de la ciudad. Mi pueblo, Álora tiene uno, en la Fuente de la Manía. Es un ejemplar soberbio, y yo esta tarde, he pensado en fray Juan de Yepes y me he acordado de aquello que escribió: “Mil gracias derramando /pasó por estos sotos con presura / y yéndolos mirando / prendados los dejó de su hermosura”. Fray Juan nunca estuvo por aquí, pero Dios que está en todo, no se ha olvidado y lo ha hecho florecer, coincidiendo que ahora es primavera en el cono Sur, para deleite de todos los que pasamos por el camino.

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