Octubre 12, domingo.
“Tonadas
de media noche, cantadas bajo un farol, si el amor está dormido lo despierta mi
canción”. La cantaba una chica francesa; no recuerdo su nombre. Una
vez que la vi por televisión en blanco y negro en una calle invadida por la
niebla…
La
niebla de no sé que telarañas ha invadido muchas calles. No son calles físicas;
son de las otras. Son las calles de los sentimientos, las calles de la
espiritualidad que es la otra parte de la materialidad que nos invade.
Eso de
Patria, de Hispanidad, de conceptos de altruismo y generosidad están obsoletos.
Dicen que han pasado de moda. De niño Patria era aquella tierra que limitaba al
norte con los Montes Pirineos que nos separaban de Francia.
En su
suelo había ríos. En la Escuela cantábamos: El río Duero nace en lo Picos de
Urbión, provincia de Soria, pasa por Soria… y así con otros ríos y otros montes
y llanuras y mares que tenían otros nombres.
En su tierra,
también, nacieron gentes que supimos que se llamaron Adriano y Trajano; y Séneca
y Lucano; y Don Pelayo y Recaredo; y Ibn Gabirol y Averroes; Aberraman e Isabel que se entretuvo
en decir que los ‘indios’ (que no eran indios, sino de América) eran súbditos de
Castilla e iguales a los españoles de este lado del mar, y que se creasen
universidades y que los conquistaran con el ejemplo y esas otras cosas que
sabemos y otros no quieren admitirlas; y de Cortes y de Elcano, y de Orellana y
de Núñez de Balboa…
Si el
amor a la Patria está dormido lo depierta los versos de Teresa de Jesús y de
Juan de Yepes, y de Juan Ramón y de Federico, y de Barbeito y los de un tal
Alcántara que veía los barcos venir desde el ‘el rincón del Rincón’; los ensayos de Marañón y los sones de
verdiales y notas flamencas que son quejío y son mensajes, y notas de Falla que
tenían tanto embrujo como el que canta Antonia Contreras y les pone notas de
guitarra, Juan Ramón, otro Juan Ramón.
Ese
amor de los guardias tirados a la intemperie de la madrugada en un playa de
miedo por un reconocimiento material de miseria mientras el que se lucra duerme
a buen seguro; de esos a los que les segaron su vida cuando cometieron el ‘error
de no mirar’ bajo el coche…
Hombres
anónimos. Desconoces sus nombres. Esto marcha gracias a ellos y a otros, y otros
y otros, como aquel maestro rural que andaba de casa en casa para que aprendiesen
a juntar la ‘m’ con la ‘a’ y diría ‘ma’ y si se repetía: ‘mamá’, o sea Madre, Madre
Patria, que nos diste tu suelo para vivir. Gracias, Madre Patria.
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