Octubre,
28 martes
Entro
en calle Císter frente a la Aduana, la antigua Aduana, ahora museo. Un
relicario de la pintura malagueña del XIX. Uno que es charlatán va y le dice al
amigo que lo acompaña:
- Hasta
aquí llegaba el mar. De ahí el nombre, la orilla bordeaba, por eso se llama la
Acera de la Marina, llegaba hasta Puerta del Mar y a Atarazanas y a la
desembocadura del río, el Guadalmedina, que ahí entregaba el tributo, cuando lo
traía pobre y mínimo; cuando venía desbocado todo era suyo y sembrada
desolación y muerte… Extiendo el brazo y le digo: todo eso es terreno ganado al
mar.
Se
sorprende. La capacidad del hombre para apropiarse de lo que no es suyo no
tiene límites. Un poco más adelante, a la derecha le indico que esa iglesia,
cerrada con una verja de hierro, es la antigua abadía de Santa Ana. Ahí
profesaron tres hijas de Pedro de Mena y él, avanzamos un poquito más y le
señalo a la izquierda, puso ahí su estudio, vivía ahí porque quería estar cera
de sus hijas. Es uno de los grandes escultores e imagineros barrocos que nos ha
dado España.
Vivió,
ahí, le sigo diciendo, al parecer, hasta su muerte. Fue un hombre
extraordinariamente religioso. Hermano de varias cofradías y pidió se
enterrado, entre las puertas de tal manera que los feligreses al entrar pisaran
sobre sus restos. Era hijo de Alonso de Mena que tuvo un gran taller en
Granada. Pedro, se vino a Málaga, donde murió con sesenta años en 1688.
En su
antigua casa, le informo, está el museo Revello de Toro, un pintor malagueño
afincado en Barcelona que ya tiene sus años… Se asombra cuando ve la magnitud
de ábside de la catedral. Le digo que en las noches de primavera ese pequeño
jardín que cobija a uno de los malagueños más extraordinarios del siglo XX, don
José Gálvez Ginachero, pero que no se ve, huele a mirtos, a azahar y a flores
exóticas. Es una pequeña de lo que puede ser la antesala del cielo…
Le
hablo de la catedral. (Ya no cantan Vísperas los canónigos, ni las campanas tocan
a rebato las noches de tormenta). En el cruce de calle San Agustín, le indico:
allí está el Picasso; las colas cortan la calle y ahí la judería; le hablo de
la portada plateresca del Sagrario, carcomida por el mal de piedra y resiste el
paso del tiempo - ese que no perdona nunca - hasta que los hombres le echen una
mano para sobrevivir… Y en Molina Lario, le informo que vino de la diócesis de
Albarracín y ha sido uno de los grandes obispos que han gobernado la diócesis
de Málaga…
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