martes, 28 de octubre de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Paso corto y ojos bien abiertos

 



Octubre, 28 martes

 

Entro en calle Císter frente a la Aduana, la antigua Aduana, ahora museo. Un relicario de la pintura malagueña del XIX. Uno que es charlatán va y le dice al amigo que lo acompaña:

- Hasta aquí llegaba el mar. De ahí el nombre, la orilla bordeaba, por eso se llama la Acera de la Marina, llegaba hasta Puerta del Mar y a Atarazanas y a la desembocadura del río, el Guadalmedina, que ahí entregaba el tributo, cuando lo traía pobre y mínimo; cuando venía desbocado todo era suyo y sembrada desolación y muerte… Extiendo el brazo y le digo: todo eso es terreno ganado al mar.

Se sorprende. La capacidad del hombre para apropiarse de lo que no es suyo no tiene límites. Un poco más adelante, a la derecha le indico que esa iglesia, cerrada con una verja de hierro, es la antigua abadía de Santa Ana. Ahí profesaron tres hijas de Pedro de Mena y él, avanzamos un poquito más y le señalo a la izquierda, puso ahí su estudio, vivía ahí porque quería estar cera de sus hijas. Es uno de los grandes escultores e imagineros barrocos que nos ha dado España.

Vivió, ahí, le sigo diciendo, al parecer, hasta su muerte. Fue un hombre extraordinariamente religioso. Hermano de varias cofradías y pidió se enterrado, entre las puertas de tal manera que los feligreses al entrar pisaran sobre sus restos. Era hijo de Alonso de Mena que tuvo un gran taller en Granada. Pedro, se vino a Málaga, donde murió con sesenta años en 1688.

En su antigua casa, le informo, está el museo Revello de Toro, un pintor malagueño afincado en Barcelona que ya tiene sus años… Se asombra cuando ve la magnitud de ábside de la catedral. Le digo que en las noches de primavera ese pequeño jardín que cobija a uno de los malagueños más extraordinarios del siglo XX, don José Gálvez Ginachero, pero que no se ve, huele a mirtos, a azahar y a flores exóticas. Es una pequeña de lo que puede ser la antesala del cielo…

Le hablo de la catedral. (Ya no cantan Vísperas los canónigos, ni las campanas tocan a rebato las noches de tormenta). En el cruce de calle San Agustín, le indico: allí está el Picasso; las colas cortan la calle y ahí la judería; le hablo de la portada plateresca del Sagrario, carcomida por el mal de piedra y resiste el paso del tiempo - ese que no perdona nunca - hasta que los hombres le echen una mano para sobrevivir… Y en Molina Lario, le informo que vino de la diócesis de Albarracín y ha sido uno de los grandes obispos que han gobernado la diócesis de Málaga…

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