8 de marzo, miércoles. El
trabajo era grande. El jornal, pequeño – o sea mal pagado – y en condiciones
que hoy no soportarían una inspección. Los almacenes donde se manipulaba y
acondicionaba la fruta para su traslado a los puestos de venta estaban en las
cercanías de la estación de ferrocarril. Luego, con el paso del tiempo, algunos
pasaron a otro lado del río. A aquel trabajo se le llamó, “la faena”.
Según qué tiempo y acorde con
la marcha cíclica del campo se manipulaban limones, naranjas, tomates,
granadas, nísperos, ciruelas, batatas… La estación era un hervidero humano. Los
hombres, con bestias, traían la mercancía del campo. En los almacenes se preparaban
para su salida. Los trenes de mercancías, el medio de transporte para llevar
toda aquella producción a los sitios más lejanos…
Los almacenes eran naves
diáfanas, grandes, destartaladas. Junto a la puerta una pequeña oficina. Las
puertas proporcionadas para que pudiesen entrar las bestias con angarillas,
capazo, serones… La mercancía se vaciaba, apilada en el suelo y desde allí, se acercaba
a la cuadrilla de mujeres que la manipulaba. Según qué frutos se envolvía en
papel fino. Llevaba impresa la imagen de una naranja, de un limón, luego se
empaquetaban con primor, con mimo. Se le hacía ‘la cara’. Ganaban en vistosidad
y se empaquetaba en pañiles.
En los días anteriores a la
Navidad la faena se incrementaba. Todo
era bulla, prisa. Había que sacar cuanta más mercancía, mejor. Lo pedía el
abastecimiento de los mercados por la fecha que se acercaban. A veces, era tal
la intensidad del trabajo que incluso se trabajaba a la intemperie. Frío que
helaba la cara, ante que el sol comenzase a calentar…
Al mediodía se paraba un rato
para la comida. La mayoría de las veces, sin calentar; otras, la gente menuda
de la casa, - no siempre, por supuesto – acercaba una ollita de barro o
porcelana y dentro la manutención de la madre, la hermana, la tía, la vecina…
A aquellas mujeres: las faeneras,
pasados unos años el Ayuntamiento les levantó un monumento de reconocimiento, a
su trabajo y a cuánto aportaron a una economía de subsistencia. Trabajo duro,
muy duro. Estos días, el feminismo reivindica con justicia el lugar que le
corresponde a la mujer. He querido acordarme de ellas, sin saberlo fueron
únicas…
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