domingo, 5 de marzo de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tesoros guardados

 

                   


Almacén del Museo de Bellas Artes de Sevilla.


Federico García Lorca, y un grupo de personas comprometidas, decidieron en los años Treinta del siglo pasado llevar el teatro, o sea la Cultura, a los pueblos de España. Eran pueblos perdidos en el erial del saber a donde a penas llegaba, como mucho algún periódico, con varios días de retraso.

La Barraca no fue obra de uno solo. Participaron, además, en el movimiento de acercar la Cultura: Eduardo Ugarte, Manuel Bartolomé de Cossío, Alejandro Casona, Manuel Altolaguirre, Miguel Hernández … Fernando de los Ríos, ministro de Instrucción Pública consiguió la financiación de Indalecio Prieto, ministro de Hacienda. Todo fue diseñado por Giner de los Ríos.

Vino la guerra, vino otro desierto cultural donde, además, el miedo y el luto vistieron el alma de muchos españoles que sobrevivían en una España de hambre, aislamiento, carestía y pobreza. El mundo, algunos países del mundo, también estaban acogotados por otra guerra cruel – como todas las guerras – y semillero de muertes y exterminios.

En los años cincuenta, más bien, al final, que ya se acercaba a los sesenta en algunos pueblos, los alcaldes, no todos, vieron la necesidad de dotar con bibliotecas públicas la necesidad de cultura que cada día se demandaba más y más. Aquello fue como repoblar de árboles el desierto sin agua. Sin dinero, sin una acogida acorde desde las administraciones, sin una demanda social que empujase. La cosa salió adelante y donde no había ninguna, ahora hay hasta tres y cuatro bibliotecas públicas.

Algo parecido ocurrió con los museos. Málaga ha sido un ejemplo para muchas capitales españolas. En los pueblos la semilla ha echado raíces ese anhelo. No son pocos los que ya tienen esa manera de acercar la cultura al pueblo

El programa Los Reporteros de Canal Sur ha hecho público, en un magnífico trabajo, que dos ciudades andaluzas, Sevilla y Córdoba, tienen en sus sótanos y almacenes cantidad de obras de arte empaquetadas “por motivos de espacio”…

Y me pregunto ¿no es esto una aberración? ¿no es esto un contrasentido? ¿Tan difícil es organizar exposiciones itinerantes, con las debidas garantías, con esos fondos y darlos a conocer a los que nunca van a tener la posibilidad de tan siquiera de acercarse a ellos?

No hay que ser muy linces para conocer la respuesta. Falta de espacios, falta de dinero. No creo que sean insalvables. La Buena Voluntad (con mayúsculas, claro) puede ayudar a paliar el problema y convertir el erial en un frondoso vergel… Nunca es tarde.

 

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