Almacén del Museo de Bellas Artes de Sevilla.
Federico García Lorca, y un
grupo de personas comprometidas, decidieron en los años Treinta del siglo
pasado llevar el teatro, o sea la Cultura, a los pueblos de España. Eran
pueblos perdidos en el erial del saber a donde a penas llegaba, como mucho
algún periódico, con varios días de retraso.
La Barraca no fue obra de uno
solo. Participaron, además, en el movimiento de acercar la Cultura: Eduardo Ugarte,
Manuel Bartolomé de Cossío, Alejandro Casona, Manuel Altolaguirre, Miguel
Hernández … Fernando de los Ríos, ministro de Instrucción Pública consiguió la
financiación de Indalecio Prieto, ministro de Hacienda. Todo fue diseñado por
Giner de los Ríos.
Vino la guerra, vino otro
desierto cultural donde, además, el miedo y el luto vistieron el alma de muchos
españoles que sobrevivían en una España de hambre, aislamiento, carestía y pobreza.
El mundo, algunos países del mundo, también estaban acogotados por otra guerra
cruel – como todas las guerras – y semillero de muertes y exterminios.
En los años cincuenta, más
bien, al final, que ya se acercaba a los sesenta en algunos pueblos, los
alcaldes, no todos, vieron la necesidad de dotar con bibliotecas públicas la necesidad
de cultura que cada día se demandaba más y más. Aquello fue como repoblar de
árboles el desierto sin agua. Sin dinero, sin una acogida acorde desde las administraciones,
sin una demanda social que empujase. La cosa salió adelante y donde no había
ninguna, ahora hay hasta tres y cuatro bibliotecas públicas.
Algo parecido ocurrió con los
museos. Málaga ha sido un ejemplo para muchas capitales españolas. En los
pueblos la semilla ha echado raíces ese anhelo. No son pocos los que ya tienen
esa manera de acercar la cultura al pueblo
El programa Los Reporteros
de Canal Sur ha hecho público, en un magnífico trabajo, que dos ciudades andaluzas,
Sevilla y Córdoba, tienen en sus sótanos y almacenes cantidad de obras de arte
empaquetadas “por motivos de espacio”…
Y me pregunto ¿no es esto una
aberración? ¿no es esto un contrasentido? ¿Tan difícil es organizar exposiciones
itinerantes, con las debidas garantías, con esos fondos y darlos a conocer a
los que nunca van a tener la posibilidad de tan siquiera de acercarse a ellos?
No hay que ser muy linces para
conocer la respuesta. Falta de espacios, falta de dinero. No creo que sean
insalvables. La Buena Voluntad (con mayúsculas, claro) puede ayudar a paliar el
problema y convertir el erial en un frondoso vergel… Nunca es tarde.
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