30 de marzo, jueves. Era
esa hora en que el cielo se torna azulado, rosáceo, violeta. Era esa hora en
que se silencia el albero y se hace una de esas “tardes de Dios” donde todo
cambia porque el paisaje ya es “un estado de alma”. Era uno de esos momentos en
los que uno entorna los ojos y se dice para sus adentros, gracias Dios mío por
hacer hombres como estos y haberme permitido el gozarlo, era…
Eran tres peones de plata, no,
no, de platino; era ese lugar que es algo más que la magia, era un maestro,
solo, porque “en Andalucía para cantar una copla y matar un toro, se basta un
hombre solo”, ante el toro en la palabra. Era la magia vestida de chaqueta y
corbata. ¡Maestro tú con una corbata, pero se entiende, era el Salón de
Carteles, era la Real Maestranza! Sancta Sanctorum del toreo. No hay
billetes; Puerta del Príncipe; poso de recuerdos…
José Ribagorda (tres noches de
vela, confesó “me ha costado escribir el prólogo”) A mí, tres lecturas, para
saborearlo más, para sacar más néctar, para empaparme de lo viene después. Paco
Somoza, que con la filigrana y la esencia de la acuarela saca el deleite al
papel y el tándem empresa Pagés-Algaida que lo hacen posible y lo llevan al
libro.
El maestro Barbeito solo –
“llévatelo un poquito más allá”- en el ruedo lidia con la muleta de la palabra
a ese toro que come yerba cuando despunta el sol entre las encinas, que se echa
a sestear cuando en esta tierra nuestra dice que es él quien manda allí, que
sabe de lunas y escarchas y ventoleras y aguaceros (esos que ahora casi ni
recordamos por más que vivan en nuestros deseos)… Ese toro que llena de palabras
de magia nuestro diccionario: alguacilillo, maestro, montera, bravura, clarín,
miedo….
El maestro Barbeito, que es
quien se ha destapado como se destapaba Curro cuando lo imponía la magia
con esta obra suya, ni vieja ni nueva, ni de ayer ni de hoy, ni de la tarde ni
de la mañana. Una obra única, como únicamente es Barbeito cuando está en Gracia
de Dios y es Barbeito puro. Sublime.
Uno echa mano de la ensarta de
vocablos, pero no, ni puede, ni debe hacerlo. Solamente me quedo con lo que él
dice de la verónica de Cepeda. No la da, la crea. Barbeito timbre y voz, fe e
impulso, vida en El Toro en la palabra. Hermoso, bellísimo.
Disfrútenlo. Yo ya lo he hecho.
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