17 de marzo, viernes. Ya
está aquí. Se ha echado a la calle sin avisar y con un silencio íntimo lo
invade todo con ese perfume que ella le da a los parques de los pueblos y de la
ciudades grandes – el Ayuntamiento de Sevilla es el mayor productor de naranjas
amargas de Andalucía –, de los pueblos de medio pelo (sería más cursi decir eso
de mediopensionistas, pero bueno ha salido así). ¡Qué pocos pueblos en nuestra tierra no tienen
un naranjo en algún rincón recóndito!
Ha llegado como viene todos los
años. Cumple su ciclo. Se asoma, amaga -abrió los primeros brotes florales
cuando la candelaria encaraba febrero, y luego, conforme avanzó el mes, dejaba
constacia discretamente, sin hacer ruido y casi sin pedir permiso.
Vino marzo que este año, por no
ser no es ni ventoso como lo vende refranero, y ella se adueñaba de todo. Se
asomó entre las ramas tupidas y cobijó los primeros nidos de chamarines y dejó
que anidasen los mirlos en los encuentros de sus troncos y los cobijó durante
la noche para cuando la brisa del alba llegase tuviesen su cobijo.
Abril, ese que asoma por los
alcores y por los sotos festoneado de ampolas… Allí, en la las lomas onduladas
con trigos y cebadas que claman por el agua que no los riega, que no quiere llegar,
que parece que ha perdido el camino y se las anda por no se sabe dónde. En los
sotos, con algarabía de pájaros al amanecer y sobre todos, los trinos del
ruiseñor. ¡Ay, amor….! Si miran al cielo, a lo mejor aún ven a Venus que se
resiste a irse, que quiere quedarse un ratito más, como los niños remolones que
no encuentran el momento de irse a la cama.
Se visten las veras de los
caminos de flores, florecillas silvestres diminutas de las que uno desconoce
sus nombres. Otras, las margaritas festonean con la benevolencia de su color -amarillos,
en el su corazón y pétalos blancos - prados y sembrados. ¿Margarita, me
quiere? Sí no, si no….. Cantaban las niñas en la rueda. Y me quedo sin saberlo.
Lugares que uno se lleva dentro y les da cobijo y los recuerda y siente esa
predilección por ellos porque le hizo saborear esos momentos únicos que solo se
consiguen cuando se asume que “el paisaje es un estado de alma”. Casi ya está
aquí la primavera….
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