16 de marzo, jueves. Era
cordobés. Su vida (1583-1627) transcurrió en gran parte, en Sevilla, donde se
casó en 1613 con María de Flores. En la colación de San Martín (está enterrado
en su iglesia) estableció su taller, después del aprendizaje con Martínez
Montañés. Murió, joven con solo 44 años, víctima de la tuberculosis.
Desconocemos su relación con el
maestro. Se cree que entre ellos debió establecerse una camaradería afable y
cercana entre el alumno que llegaba y maestro – el más grande del Barroco
español – que enseña.
En aquel tiempo los imagineros
se movían en un mundo de relación afectiva y admiración, al principio, entre ellos;
luego, cuando volaban solos cada uno imponía su estilo. Se dice que la expresividad
y naturalidad en Juan de Mesa eran de tal perfección que entroncaba con
Montañez, aunque no llegó a superarlo “en perfección técnica ni en variedad de
recursos”.
Algunos autores hablan de su
posible paso por Granada – por donde también había estado, su maestro – en el taller
de Pablo de Rojas, entonces máxima autoridad en la escuela granadina, si bien
sus cristos difieren mucho de los cristos barrocos sevillanos No se descarta
tampoco un tiempo junto a Francisco de Ocampo que a su vez había aprendido con
su tío Andrés de Ocampo…
Se cree que fue a Sevilla
porque era la ciudad más importante del momento, donde residían los artistas
más sobresalientes. Mesa era también conocedor que allí estaba la puerta de
salida para las Indias como potenciales clientes.
Juan de Mesa firma el contrato de
aprendizaje con Montañés a los 23 años. La edad parece muy tardía ‘para
aprender’. En aquel tiempo, lo normal era iniciar la formación desde la niñez y
posteriormente desarrollar las cualidades innatas y las aprendidas. Se cree que
cuando llegó a Sevilla en 1606 ya tenía una formación adquirida junto a su
padre y a su abuelo que eran pintores.
Su primera obra documentada es
de 1615, un San José con el Niño para la Fuentes de Andalucía. Su vida artística
tan corta – solo 12 años - nos privó de la excelencias que pudieron haber
venido si no muere tan pronto. No obstante, quedaron joyas que expusieron una
enorme expresividad. Talló once Crucificados, dos Nazarenos, numerosos retablos
y varias Vírgenes.
Entre los Crucificados, el
Cristo de la Buena Muerte de la Universidad de Sevilla; entre los Nazarenos, el
de La Rambla (Córdoba) y el Gran Poder de quien me dijo en una ocasión Pepe
Rosas que era imposible sostenerle la mirada cara a cara…
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