miércoles, 15 de marzo de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Faro en la noche

 



15 de marzo, miércoles. La han bautizado con diferentes nombres. Ella lo soporta todo. Su única torre se levanta en la oscuridad de la noche como un faro que irradia luz.  Es eleva sobre la ciudad extendida sus pies la ciudad. Sus destellos llegan lejos y se sobreponen al ahogamiento que le hacen los edificios que la rodean.

Gerardo Diego le dijo: “Naciste de la pura geometría, / blanca en la mente azul delineante, / y eres proyecto siempre, alzado al instante, / espuma puesta en pie cuajada y fría…” Y en frente, la mar lejana, azul la tarde poniente pespunteada de pañuelos en sus olas y por donde se ven como vienen y se van por barcos con rebufo de espumas blancas en su popa.

José A. Castillo dice de su torre norte que es “esbeta y elegante…” Es, eso y algo más. Es la torre que tiene el reloj. Antaño marcaba la hora de la ciudad y según cuáles las daba con una manera diferente de solemnidad. ¿Hay algo más serio que las campanadas que dan las catedrales en las horas infinitas y quietas de la madrugada?

 Las campanas esas eran también la llamada para otras cosas. Repique que anunciaba la salida de la procesión del Corpus Christi las mañanas espléndidas de primavera. Las puertas de par en par, la brisa de la mar que se adentraba y se enseñoreaba de sus rincones más recónditos… “como estás mi Señor en la custodia que guarda cuanto queda de Amor y de Humildad”. El órgano a pleno pulmón emitía las notas llenaba de musicalidad el reciento enorme. El cabildo en formación iniciaba la marcha y la procesión… y las campanas en un repique continuado, sin fin, sin termino…

Han tocado también estas campanas que, ahora en mi transitar nocturno por calle Císter, las veo enmudecidas, a rebato cuando había fuego en algún lejano de la ciudad o porque el Guadalmedina venía desbordado, embravecido, devorando los barrios de sus orillas y sembrando de lodo, muerte y dolor, El Perchel, la Trinidad, San Juan…

Me paro ante la magnificencia hecha por los hombres en un acopio de tiempo, en una colección de días, años y sueños a veces incompletos.  Pienso para mis adentros qué no habrán visto pasar a sus pies estas piedras centenarias, ahora quietas, pasivas que han ido configurando sin haber concluido aún la magnificencia del templo.

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