19 de marzo, domingo. Hace unas
noches parecía que Júpiter y Venus se daban la mano. Por cuestión de espacio,
imposible. Distan más de 900 millones de kilómetros entre ellos, pero desde
aquí se ven cercanos. Casi se topan.
Hay quien, en su ensoñación, han
visto no solo un ovni, sino dos, lo que da aún más morbo a la cosa. Claro que
en cuestión de imaginar solo hay que ver las declaraciones de estos días de
algunos pollos y no de corral sino de los otros y uno puede pensar lo que
quiera.
Júpiter es el mayor de los
planetas, dicen que es una masa gaseosa. Después del sol, el mayor de todos. Su
brillo, en las noches despejadas, espectacular. Trescientas veces mayor que la
Tierra y tres más que Saturno. Le pusieron el nombre del mayor de los dioses de
la mitología griega, o sea Zeus.
Venus, es el segundo más
cercano al Sol. Su nombre en honor de la diosa romana del amor (Afrodita para
los griegos). A mí me gusta más conocerlo por Venus - ¿ustedes qué opinan? - y
se ve en las noches claras cuando el cielo comienza a cambiar de color. En las
noches de verano parece que tiene un brillo especial.
Desde la prehistoria todos los
pueblos han tenido una especial predilección por Venus. Se le identifica,
también, con la diosa de la belleza hasta el punto que sus apariciones –
atardecer y en el alba – lo ha hecho como uno de los planetas más cantados y
admirados. En la civilización babilónica, en la biblioteca de Asurbanipal,
muchos años anterior a Cristo, ya se encuentra documentación que hablaba de él.
La primera gran obra del Quattrocento
italiano, o lo que es lo mismo, la señal de comienzo de la nueva era que
conocemos como Renacimiento, es el Nacimiento de Venus del florentino
Sandro Botticcelii. Ahí, por primera vez, se pinta el desnudo sin tapujos y no
pintado por motivos religiosos.
Júpiter y Venus se alejarán en
nuestras miradas. La luna se situará en medio y aportará más brillo. Seguiremos
mirando las noches en el cielo y hago míos los versos del maestro Alcántara:
“El tiempo me traspasa. Nada espero. / La noche se ha dormido en el alero. / Fosforece
su antigua platería / la luna por el aire el verano, / si pudiera cogerla con
la mano / bien sabe Dios que no me movería”.
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