29 de marzo, miércoles. Están
preciosos. Tienen la Gracia de Dios en sus ramas y se han vestido de blanco, de
rosa, de fucsia, de ese color que no es morado ni malva ni violeta y que yo no
sé cómo se llama pero que desde lejos le da al campo una tonalidad diferente,
distinta, como sólo él sabe dársela.
Dicen que ya están los cerezos
del Jerte en flor. Ese es otro canta. Ese es uno de los espectáculos que uno debe
ver, al menos, una vez en su vida. Es algo así como asomarse al precipicio y
saber que si se da un paso al frente se ha acabado la tierra porque es el Cabo
Norte, pues algo parecido, pero en belleza natural. Pocas cosas hay más
asombrosas que ver las laderas que bajan del Piornal o Valcastilla hacia
Navaconcejo, Tornavacas, Cabezuela pespunteadas de blanco…
Ahora, por aquí por mi tierra
donde no tenemos cerezos, los ciruelos dicen que ellos son los hermanos más
pobres y que casi nadie los valora o los canta. Como todos los humildes tienen
su propia luz, en este caso, el de sus flores, que los hace especialmente
bellos, bellísimos.
Me acuerdo de una anécdota.
Manolo, fotógrafo amigo, me contó que una señora llevó a su niño a hacerle un
reportaje para el álbum de la Primera Comunión.
La señora vistió al niño de almirante, sus cordones dorados, hombreras
con tirabuzones, un librito, cerrado con una hebilla dorada, con las pastas de
nácar y unas palomas arrobadas que miraban a unos ángeles melosos… Lo sentó en
la silla preparada….
-
Espere, espere usted, le dijo, que no le he
puesto la colonia…
Las flores de los ciruelos
carecen el olor perfumado del azahar, pero le ganan en belleza porque son más
hermosas, más frondosas, más sensuales... No anidan los pájaros en las ramas de
los ciruelos porque ellos en su derroche de belleza lo echan todo a la flor y
dan al campo esas pinceladas únicas de color ahora que la primavera entra con
pie propio y deja que arrulle el cuco en la sierra y haya cantos de ruiseñores
al amanecer o de chamarines y jilgueros que anidaron en otros árboles. Están
los ciruelos en flor, y el campo – que lo está pasando mal, muy mal, por la
falta de agua – regala su belleza de cada día.
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