Facultad de Económicas de Málaga. Años 60
23 de marzo, jueves. Uno era
un muchacho imberbe, casi una flor de invernadero que se abría a los soles y a
los aires, a las lluvias que traía el tiempo, a los calores del verano y a los
fríos del invierno. Acudía cada mañana a las clases en el Ejido y entre cuatro
amigos formábamos un equipo en aquel nuevo plan de Magisterio.
Éramos cuatro: Maruja, Román,
Beatriz y el que suscribe. En aquel primer curso del Plan 1967 no teníamos
textos. Todo iba por apuntes. El nuevo Plan eliminaba al antiguo del 50 y
recogía que las primeras notas entraban directamente a la Carrera Docente sin
pasar por las sangrientas – porque se sudaban gotas de sangre por las frentes
de todos los que tenían que pasar por las dichosas oposiciones – El trabajo, ni
cuento.
Los cuatro tomábamos apuntes,
los poníamos en común, se mecanografiaban y a hincar codos. Aquel primer curso
fue una calle de la Amargura constante. En Segundo, ya había textos. El ritmo
del trabajo de los cuatro no decayó… Naturalmente vinieron los resultados.
El preámbulo ha sido largo. En
casi la mediación del curso, en Segundo, llegaba a la Facultad de Económicas de
Málaga que dependía de la Universidad de Granada (quedaba atrás aquel dicho
infame de alumnos de Málaga y La Laguna absténganse de opositar fuera de sus
provincias) un joven profesor. Un profesor con un prestigio enorme. ¡Viene
Tamames, nos dijo Pepe, hermano de Román que estudiaba Económicas!
Allí nos introdujo él – no sé
cómo, ni de qué manera – y tuve el honor de asistir a su conferencia inaugural.
Por el pelaje en la edad de los asistentes estudiantes de Peritos Industriales,
Magisterio y Económicas que era el
fuerte del cuerpo estudiantil de aquel tiempo en la Málaga de finales de los
sesenta y la edad de los ‘otros asistentes’ sabíamos que la proporción de
policías perfectamente camuflados era inmensamente superior.
Obviamente, no recuerdo nada de
lo que dijo el profesor. Después lo he seguido tanto como leer su obra, aunque
uno es de letras. Ahora, con la moción de censura (solo he seguido sus
intervenciones publicadas en You Tube ) he disfrutado más que mucho, ¡muchísimo!
Una cabeza tan privilegiada y de clarividencia tan arrolladora, una cortesía y
saber estar… ¡Y pensar que España se ha permitido el lujo de arrinconar,
ignorar y pasar como se dice ahora de personas de tan enorme valía…! Palabrita
del Niño Jesús. No tenemos perdón de Dios.
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