lunes, 12 de septiembre de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pajarería



               Río Guadalquivir.

 

12 de septiembre, lunes. Decía Santa Teresa, aquella monja que andaba caminos fundando y reformando conventos para gloria del Creador, que “entre los pucheros andaba Dios”. Era, una manera de mostrarlo cercano, próximo, algo así como al alcance de la mano.

Una mañana de este final de verano – que se va, que se va yendo, pero que no quiere irse, a pesar de las cuatro gotas de hoy - Pilar, esa mujer que se esconde tras un objetivo para enviarnos unas fotos preciosas sobre el río, sobre su río, sobre el Guadalquivir, ha captado a la pajarería a la que Dios ha mandado a darse un chapuzón mañanero.

El río viene – “te vi en Cazorla nacer y en Sanlúcar morir” - de tierra de sierras quebradas entres pinos, en medio de un olor a resina y a monte, de cumbres que quieren acariciar el cielo…

Luego, se abre paso sereno, sin prisa – sin bulla que diría el castizo – entre olivares donde vuelan por las noches claras las lechuzas y después – eso lo contaba don Antonio cuando el destino lo llevó por tierras de Baeza – van a beber en el velón de aceite que alumbra a Santa María en la catedral…

Cuando el río ya está ahíto de olivos, se alinea paralelo como esos nazarenos que en las noches de Semana Santa que alumbran las calles con vela y asfaltan de cera el suelo, con la Sierra Morena – “de la Sierra Morena vienen bajando, unos ojitos negros de contrabando”, esa sierra a la que bien el pusieron el nombre….

Y se abre en campiñas feraces, campiñas de cereal que huelen a rastrojo en las noches de julio y agosto y donde zurean las palomas que buscan el grano perdido y, en primavera, son alfombras verdes para que los sentidos vuelen altos, muy altos y lleven la vista a paraísos cercanos…

Y después, naranjos, muchos naranjos y recibe al río, a otro río, el que viene “de la nieve al trigo” y reverencia a Córdoba y a Sevilla y a Gelves, “despacio, despacio”, que aquí es la tierra donde nació el Gallo y en la Puebla, a la que da apellido, le enseñó a Morante qué es eso de parar el tiempo en la media que lo acurruca – “Dios mío, si esto es una media, ¿qué será un entera”- y él, el río, porque Dios así lo quiso deja que la pajarería se dé, cada día, su chapuzón mañanero…

 

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