miércoles, 7 de septiembre de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Paisajes

 


                  Cuatro Estaciones. A. María Ortega.

 

Dicen, los que saben, que aquella parte del territorio donde actúa directamente el hombre o las causas naturales tal como lo percibimos, a eso lo llamamos ‘paisaje’. Dicho así resulta academicista, frío, distante….

Si a eso le agregamos que los cantos de los pájaros les da una connotación especial… ¿Quién no ha escuchado el graznido de una bandada de grajillas en lo encajonado de desfiladero? ¿Cómo le ponemos a los cantos de los ruiseñores en las alamedas de los ríos una alborada de primavera cuando aún el lubricán impera en toda su magnitud? ¿Qué decimos del arrullo de las tórtolas en el brocal de un pozo una siesta de estío? ¿Quién no ha escuchado cómo entra y gime por Los Gaitanes el viento?

A veces el piar de los abejarucos ponen una nota diferente sobre los cielos. Algo parecido ocurre con los vencejos al anochecer o con esas nubes negras de estorninos que regresan a los árboles de la ciudad después de haber campado por sus caprichos en los olivares de aceitunas maduras.

Hay paisajes de llanura, de mares encrespados o serenos, de montañas, de lomas ondulantes que se pierden en la lejanía. La Mancha - ¡cómo nos la dejó pintada Benjamín Palencia - es quizá uno de los paisajes emblemáticos de la Península.

Recuerdo con añoranza los desfiladeros de La Hermida, del Cares, de los Beyos… La Cordillera Cantábrica es un cuadro gigante de Carlos de Häes. A veces pienso que no es así, sino al revés, y fue el pintor quien se la trajo al lienzo y nos la regaló.

Otras veces, algunos pintores usan los pinceles por afición y dan salida a sus sentimientos. Nos dejan retazos de ellos mismos. Me acuerdo de Mari Pepa Rodríguez – un cuadro suyo de un campo de cereales en la montaña palentina, regalo de ella, preside un testero de mi casa -  o esas Cuatro Estaciones que hace unos días nos dejaba ver Antonia María Ortega…

El paisaje, dijo el maestro Alcántara, es un estado de alma. El paisaje, además, es una prolongación de quien lo mira, lo ve y lo aprehende. Vuelvo a citar al maestro “entre el mirar y el ver se queda el viento” –  parece igual, pero no es lo mismo y donde se proyecta todo lo que puede soñar quien se posesiona ante él y, además, se para a escuchar la sinfonía de los susurros perdidos…

 

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