Asilo de las Hermanitas de los Pobres. Málaga
25 de
septiembre, domingo. Nos llueven noticias negativas. Guerras,
insolidaridad y egoísmos… Unos se sobreponen sobre los demás. Siempre pierden
los más débiles: niños y ancianos parecen que se llevan la palma.
Hay quien opta por apagar los
telediarios. Me decía un amigo que un hombre desinformado es una persona sin
criterio. No es el caso. Quizá sea hastío e impotencia ante tanta crueldad.
Existe, afortunadamente, otra
parte de la humanidad que equilibra los platillos de la balanza. Es la gente
anónima. Desconocemos sus nombres ni quiénes son, qué los mueve a actuar así,
aunque si se hace un análisis profundo la horquilla puede ir desde la
filantropía hasta la actuación guiada por compromisos religiosos. Le dan
sentido al modo de vivir su vida o su fe.
Me viene esto a la cabeza
porque, por azar, he pasado por la calle Fortuny, número 3, en la explanada de
la estación, en la confluencia de calle Cuarteles – ¿se acuerdan de Casa Catalina y de aquellos cartuchos de
pescado frito? – con calle Héroe de Sostoa… Antiguo barrio de El Bulto, playa de
San Andrés. Allí está el Asilo de las Hermanitas de los Pobres.
Dice la estadística que una
parte considerable de la población española se las anda en el umbral de la
pobreza en los tiempos que corren de contenedores de basura llenos por las
noches… Pues así se escribe la historia.
Las Hermanitas de los Pobres
pertenecen a una asociación religiosa católica fundada en Francia en 1839. En
la segunda mitad del siglo XIX llegaron a Málaga. Tuvieron la ayuda del marqués
de Larios, Martín Larios y Herreros – por cierto el marqués y parte de su
familia está enterrado allí – y de otros próceres malagueños de aquel tiempo.
Su finalidad es prestar ayuda a los más indefensos de la sociedad: ancianos y,
además, pobres.
Las Hermanitas – de las que
desconocemos sus nombres, solo el de la superiora por motivos obvios, ya que no
son fantasmas – acogen (en tiempos pasados, la cosa fue aún más dura) a un
grupo de personas que no llegan al centenar por motivos de espacio. No venden humo. Viven de la
generosidad y ayuda de Instituciones, de particulares y de un voluntariado que
da lo mejor de sí mismo.
Pasamos por la puerta. El
edificio, magnífico; la labor que se realiza dentro, lo supera. Son unas desconocidas.
Es la gente que ayuda a que esta sociedad supere los problemas de cada día.
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