miércoles, 14 de septiembre de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El acueducto de San Telmo


       Acueducto de San Telmo (Málaga)


14 de septiembre, miércoles. A finales del siglo XVIII, la ciudad de Málaga tenía serios problemas de abastecimiento de aguas. Primeramente, se intentó la traída desde la Fuente del Rey, en Churriana. Se comenzaron las obras, se les dio un impulso grande hasta cruzar el río Guadalhorce y allí quedó el intento. Se tiró dinero y tiempo.

Providencialmente, llegó a Málaga un personaje excepcional: el José Molina Lario. Este hombre, aragonés, nacido en el pueblo turolense de Camañas (hoy poco más de cien habitantes) tenía la formación de la Ilustración. Era inteligente y tenía ganas de trabajar.

Antes de venir a Málaga realizó obras de envergadura en Albarracín de donde fue obispo durante diez años. Fundó un Monte de Piedad para socorrer a los fabricantes de paños de la ciudad, fomentó las manufacturas, reparó iglesias y capillas, construyó la ermita de Santa Bárbara en el arrabal de Albarracín.

En enero de 1776 fue promovido al Obispado de Málaga. En solo ocho años (murió en 1783) se ocupó de las obras de la catedral, de su capilla mayor, del órgano, platería y ornamentos (gastó más de un millón de reales), ayudó a la construcción del camino de Málaga a Vélez y lo que es más importante, inició las obras del acueducto que abastecería de agua a la ciudad. Su muerte le impidió verlo culminado.

El proyecto estaba encaminado a captar las aguas del Guadalmedina.  Se construyó una presa que retenía el agua en los momentos de crecida del río y luego se conducía hasta la ciudad en los momentos de sequía. Los trabajos fueron dirigidos por José Martín de Aldehuela, también turolense y que dejó obras de gran calado en la provincia, como el Tajo de Ronda.

El acueducto tiene una longitud de casi once kilómetros. En algunos puntos hoy está perdido, pero se conservan algunos tramos. Hitos importantes que tuvieron que vencer fue salvar los arroyos Humaina, Hondo y Quintana. Construyeron una alcubilla en calle Refino para, desde allí, distribuir el agua por todas las fuentes públicas y llevarla hasta el puerto.

La Málaga pujante en manos de ilustrados consiguió una de las obras públicas más importantes de España. Contaron, también con la ayuda de Carlos III y de su ministro Floridablanca. Hoy, es un recuerdo. Algo bonito en una de las ciudades con empuje y crecimiento admirable en la España del siglo XXI.

 

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