Amanece en Álora F. Marilina Cruzado Gutiérrez
2 de
septiembre, viernes. Dice el Génesis que esto estaba hecho un
desastre. La tierra, desordenada y vacía. Las tinieblas, por todas partes y
entonces, Dios, que está en todo, vio que había que dar un arreglo, y fue dijo:
“Hágase la luz” y la luz se hizo, y dispersó las tinieblas y vio Dios que la
luz era buena y fue cuando separó el día – porque a la luz la llamó día – de las
nieblas y las llamó noche… vio que todo aquello era bueno.
Y entonces, se le ocurrió que
una estrella luminosa alumbrase durante del día y esa estrella daría calor,
mucho calor en verano y recachas confortables en invierno junto a las tapias
encaladas de los pueblos donde se calentase – todavía no andaba aquello del gas
y las rebajas al cinco por ciento de los impuestos de valores añadidos, o sea
el IVA, ni esas cosas del gaseoducto que, por cierto, por mi patio no pasa…
Y Dios creó un montón de
animales. Algunos preciosos; otros, un poco menos. Cada uno viviría en su medio,
si no venía quien se encargase de fastidiar el invento, claro.
Y los pájaros cantaban por las
mañanas o luego. A medida que avanzaba la mañana se iban a buscar semillas al
campo porque Dios creó las flores y las semillas para que a los pájaros no les
faltase alimento. Y es que Dios pensaba en todo.
Y así fue poniendo las piezas
cada una en su sitio y con su misión concreta. Y dijo que las olas del mar
tendrían crestas de nácar para que los hombres – todavía no lo había hecho –
disfrutase de la belleza cuando, suavemente, llegasen al rebalaje de la playa.
Dice el Libro que primero creó
al hombre y luego a la mujer. No importa el orden, lo que sí importa es que los
hizo iguales y a su imagen y semejanza y por las tardes se paseaba con ellos, y
esas cosas.
Y luego le dijo al hombre y a
la mujer que creciesen y los dotó con algo maravilloso que se llamó Amor. Y
cuando se fueron expandiendo crearon ciudades sobre montículos para ver mejor
el paisaje bajo sus pies y la luz que cada mañana salía desde detrás de los cerros
y ponía la belleza de su mano sobre eso que llamamos cielo.
La verdad que todo no fue así,
pero ¿a qué pudo serlo?
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