jueves, 22 de septiembre de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Dichoso femenino

 



22 de septiembre, jueves. La clase de Quinto de la desaparecida E.G.B (o sea Educación General Básica) implantada por ministro Villar Palasí, estaba en el tercer piso de un colegio nuevo construido a las afueras del pueblo. El edificio, muy mal orientado. En los días de invierno en  las clases que daban al norte no entraba ni un triste rayito de sol. Hacía frío; en verano el calor, inaguantable…

El maestro de Lengua era un hombre de mediana edad, ligero de peso, serio y muy metódico. Los chavales – su sola presencia ya ayudaba – le prestaban atención sin pestañear con un silencio propio de los tiempos de entonces.

El hombre comenzó a explicar. “Las personas y animales se distinguen entre sí por el sexo. En las personas se distingue entre hombre y mujer; en los animales entre macho y hembra. Las cosas no tienen sexo…

Los chavales atendían. Las moscas seguían su cometido de revoloteo sobre las cabezas… Algunos miraban por los ventanales a las tórtolas turcas que se posaban en los pimpollos de los cipreses del jardín del colegio o desparramaban la vista por los montes lejanos…

El determinante, continuó el maestro, da a conocer el género y así “el” nos dice que es masculino; “la”, femenino. “Las palabras – les dijo – se transforman cuando cambian de género… Por ejemplo: el león, la leona; el canario la canaria…

El hombre seguía con su manera de llevar hasta el personal el tema y para amenizar preguntó:

-         A ver, de gato…

-         Gata, maestro… ¡Muy bien!

-         De niño…

-         Niña…. ¡Fenomenal!

Prosiguió. Hay palabras, sin embargo, que son diferentes para designar el género masculino y el género femenino y así tenemos que de ‘toro’, el femenino es vaca; de ‘carnero’, oveja; de caballo, yegua; de padre, madre…

En otras, la palabra es la misma. Para diferenciarlos le agregamos, “macho” o “hembra” y así nos dirá si es masculino o femenino. Por ejemplo: “gorila macho”; “águila hembra”

Señaló, a al azar, a uno de los que miraban por la ventana. Si yo te digo:

-         Elefante ¿Cuál es su femenino?

Otro, de los que también estaban más en el paisaje de la calle que en la clase, interrumpía con vehemencia:

-         Yo, maestro, yo…

-         A ver…

-         De elefante…“La ilifanta Elena…”.

El maestro no dijo nada. Entre labios, se escuchó: ¡niño que me vas a buscar una ruina…!

 

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