lunes, 19 de septiembre de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¡Ole, guitarra!


                                      


         Valle de Abdalajís. Málaga

 

19 de septiembre, lunes. El Valle de Abdalajís es un pueblo blanco, impoluto a orillas del arroyo de las Piedras y a pie de la Sierra que le da nombre. Pertenece a la Penibética. Su paisaje kárstico le confieren una nota especial en contrapunto a las lomas que descienden de las laderas de El Torcal.

El Valle – así, en abreviatura – tiene una historia rica. Vespasiano le dio entidad de población. Entonces se llamaba Nescania. Erigieron monumentos a Séneca, a Trajano y a algunas deidades. Restos de estos monumentos están esparcidos por museos de Antequera, Málaga o el propio pueblo.

Abdelazis, hijo del caudillo Musa, fijó allí durante un tiempo su residencia; luego, marchó a Sevilla donde dejó una torre que se conoce con su nombre. Tuvo mala suerte y lo asesinaron. Esas cosas suelen pasar.

El Valle venera por patrón a San Lorenzo y celebran sus fiestas a mediados de agosto. Como todo pueblo que se precia tenía su Festival de Cante en el que participaban (la economía no daba para más) aficionados.

D.N. hombre de gran envergadura, fuerte, con brazos como un cortador de troncos del País Vasco y una voz potente que daba el pastel de un posible cantaor con dominio de los palos grandes.

Fui, me dijo, con otros amigos a la feria. Allí había más gente que en el entierro de la reina de Inglaterra. Yo tenía hambre como un caracol en un espejo o como un lagarto amarrado a una pita…

- O como los pavos de doña Julia, le dije, que levantaban los raíles del tren para comerse las cochinitas…

- Eso, eso…

Vi – continuó - que había un montón de platitos con jamón puestos en una mesa, que le arrimaban a los cantaores.  Y vino, de botellita. “Me apunté…”

Cuando llegó su turno, subió al tablao. La guitarra rasgueaba y daba los acordes…

-         Niño, le dijo, a uno de los arrimaos, ‘recarga’ la copa y ‘tráete otro platito’…

D.N. se iba y venía al jamón, entre tiento y tiento… Mas rasgueo de guitarra. Aquello se alargaba.  El guitarrista, le apuntaba:

-  Arráncate, arráncate…

 Y él, por respuesta, mientras se acompasaba con palmas sordas, otro tiento y…

- ‘Ole guitarra’, ‘ole guitarra’…

 En eso se acercó el alcalde y bajito, como para que no lo escuchara nadie, le dijo:

-         Anda, bájate, bájate de ahí, que esta noche te puedes ir caliente…

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