Valle de Abdalajís. Málaga
19 de
septiembre, lunes. El Valle de Abdalajís es un pueblo blanco,
impoluto a orillas del arroyo de las Piedras y a pie de la Sierra que le da
nombre. Pertenece a la Penibética. Su paisaje kárstico le confieren una nota
especial en contrapunto a las lomas que descienden de las laderas de El Torcal.
El Valle – así, en abreviatura
– tiene una historia rica. Vespasiano le dio entidad de población. Entonces se
llamaba Nescania. Erigieron monumentos a Séneca, a Trajano y a algunas
deidades. Restos de estos monumentos están esparcidos por museos de Antequera,
Málaga o el propio pueblo.
Abdelazis, hijo del caudillo
Musa, fijó allí durante un tiempo su residencia; luego, marchó a Sevilla donde
dejó una torre que se conoce con su nombre. Tuvo mala suerte y lo asesinaron.
Esas cosas suelen pasar.
El Valle venera por patrón a
San Lorenzo y celebran sus fiestas a mediados de agosto. Como todo pueblo que
se precia tenía su Festival de Cante en el que participaban (la economía no
daba para más) aficionados.
D.N. hombre de gran
envergadura, fuerte, con brazos como un cortador de troncos del País Vasco y
una voz potente que daba el pastel de un posible cantaor con dominio de los
palos grandes.
Fui, me dijo, con otros amigos
a la feria. Allí había más gente que en el entierro de la reina de Inglaterra.
Yo tenía hambre como un caracol en un espejo o como un lagarto amarrado a una
pita…
- O como los pavos de doña
Julia, le dije, que levantaban los raíles del tren para comerse las cochinitas…
- Eso, eso…
Vi – continuó - que había un
montón de platitos con jamón puestos en una mesa, que le arrimaban a los
cantaores. Y vino, de botellita. “Me apunté…”
Cuando llegó su turno, subió al
tablao. La guitarra rasgueaba y daba
los acordes…
-
Niño, le dijo, a uno de los arrimaos, ‘recarga’ la copa y ‘tráete otro platito’…
D.N. se iba y venía al jamón,
entre tiento y tiento… Mas rasgueo de guitarra. Aquello se alargaba. El guitarrista, le apuntaba:
- Arráncate, arráncate…
Y él, por respuesta, mientras se acompasaba
con palmas sordas, otro tiento y…
- ‘Ole guitarra’, ‘ole guitarra’…
En eso se acercó el alcalde y bajito, como
para que no lo escuchara nadie, le dijo:
-
Anda, bájate, bájate de ahí, que esta noche te puedes
ir caliente…
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