martes, 27 de septiembre de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pereda, ¿obsoleto?



27 de septiembre, martes. Mañana luminosa de verano. Paseo. Entro en la iglesia de San Sebastián. Tiene un magnífico retablo barroco. Por la linterna entra la luz de las primeras horas del día. Huele a humedad y a iglesia vieja. Salgo a la calle. Pido, en el ‘Flor de brezo’, un ‘mitad’. Cara de extrañeza del camarero. Rectifico de inmediato.

-          Un café con leche, pequeño, y un pincho de tortilla, por favor. A veces el subconsciente…¡ya se sabe!

Por la calle Mayor ando junto al Ebro casi recién nacido… Salgo de Reinosa. Me encamino hacia el Puerto de Palombera. Está en la coronación. En el Campoo Alto. Serpentea la carretera. Tiene buen piso, es ancha y a ambos lados pastan vacas de pelo canoso, de la raza ‘tudanca’. Es el ganado de estas tierras…

En la cima hay un coche de la Guardia Civil. Me estaciono cerca de ellos. La pareja la forman dos hombres jóvenes. Uno se acerca. Me saluda cordialmente, le doy los buenos días y me pregunta qué se me ofrece.

-         Nada en especial. Verá, voy siguiendo los pasos de una novela, una obra literaria del siglo XIX, que escribió un novelista de aquí, bueno, de aquí exactamente, no, de un poco más abajo, de Polanco, Peñas Arriba…

Le digo que es una obra costumbrista donde se recoge el habla y de manera descriptiva el paisaje desde el puerto hasta la casa de Tablanca, nombre figurado. Es una novela, agrego, casi desconocida porque ahora eso de leer no está de moda. El hombre me esboza una sonrisa y casi me reconoce que él tampoco lee mucho y por supuesto desconoce lo que le estoy contando…

Le digo que en Peñas Arriba, José María de Pereda cuenta que Marcelo, el protagonista vive en Madrid y acude a casa de su tío Celso. La descripción de los paisajes – añado - es extraordinariamente bella y que incluso participa en la cacería de un oso y que Chisco, el criado que acudió a recogerlo al tren en Reinosa, le va contando cosas por el camino y que él se quedará luego a vivir en aquella tierra que acababa de descubrir…

Yo no voy a quedarme por ahora. Quiero bajar por el Saja hacia San Vicente de la Barquera y el hombre, que me ha aguantado con paciencia franciscana, me dice:

-         La carretera tiene muchas curvas, vaya con cuidado…

 

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