sábado, 10 de septiembre de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Gredos y Arenas de San Pedro

 


           Arenas de San Pedro, al fondo, Gredos


10 de septiembre, sábado. Al pie del Puerto del Pico, rodeada de pinares y castaños, Arenas de San Pedro se asienta en la ladera sur de la Sierra de Gredos, en la confluencia del río Cuevas con el Arenal. Desde Ávila se llega por una carretera serpenteante que, a veces, coincide con los restos de una vía romana; desde Extremadura, por el Tiétar; y desde Talavera, cruzando pinares y dehesas.

Gredos y Arenas de San Pedro son consustanciales, de manera que no pueden entenderse por separado. La Sierra – como llaman a Gredos – es un bastión que la protege y su servicio meteorológico particular que le avisa del tiempo que va a hacer, le resguarda de los vientos del norte o genera la brisa que refresca de los calores veraniegos… Algunas veces se cubre de nubes y se torna oscura y gris: está lloviendo en la Sierra; otras, los cirros son deshilachados y largos y si perviven hasta el crepúsculo que dora de arreboles su cielo, el día siguiente será ventoso.

Arenas, a su vez, aporta un campamento base para excursionistas y andariegos de las cumbres, su arquitectura de tejados pizarrosos y torres cuadrangulares y un pasado lleno de historia, de los que son testigos el castillo del malhadado don Álvaro de Luna, el palacio de don Luis de Borbón – desterrado por su hermano Carlos III – y la calle larga, larga de la Triste Condesa.

Contaba Josefina Carabias – que era de allí – que en cierta ocasión discutían unos contertulios sobre las murallas de Ávila y el murallón de Gredos a lo que uno respondió: “Sí, pero aquellas la hicieron los hombres, y ésta nos la hizo Dios”.

En las noches de luna el Circo de Gredos, la Mira y los Galayos, el Almanzor o el Cuchillar recortan sus siluetas en un cielo blanquecino, y si la atmósfera está clara, parece que se alcanza con la mano, y el hombre se halla a gusto, muy a gusto, dentro de tanta majestuosidad de la madre naturaleza  y sabe que allí en las cumbres nacen el Alberche y el Tiétar que bajan sus aguas al Tajo; en la otra vertiente, cercano a las Piedras Negras, el Tormes, el del Lazarillo, busca las tierras de Castilla y se rendirá al Duero, después de cumplirle  pleitesía – nobleza obliga – a  Salamanca…

 

 

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