viernes, 16 de septiembre de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Arenal

 


   Mosaico en una de las fachadas de la Catedral de Sevilla


16 de septiembre, viernes. La tarde anterior habían repicado las campanas de la catedral y de Santa Ana. Desde el montículo del Baratillo se dispararon salvas de bienvenida. La nao Santa Catalina, había remontado el río desde Sanlúcar y estaba atracada en el puerto…

Dos hombres salían de la taberna de Antonello, “el Genovés”, que estaba en la Alameda de Hércules, en el centro del barrio del Arenal.  En la taberna servían vino aguado y expedía hacia la calle un olor acre y penetrante. Hablaban entre ellos:

-         Ayer arribó una nao. Viene bien repleta de la plata de Potosí…

-         Eso cuentan. Dicen, también, que trae oro, y gemas, y especias y cacao…

Los muchachos – entre los doce y trece años – vivían en la calle. Se habían escapado de la inclusa donde mal vivieron hasta que, cuando andaban por los siete mal contados, se escaparon una mañana. Nadie los echó de menos; tampoco, nadie los buscó. Había más ‘aspirantes’ a un puesto que plazas en aquel lugar inmundo.

De noche se cobijaban, con otros como ellos, bajo los arcos del acueducto de Carmona. Sabían de las peleas callejeras y de  sobrevivir en la huida a los guardias cuando, porque la cosa se había puesto seria, emprendían redadas contra los harapientos, y desheredados de la sociedad. Vivían de la limosna, del hurto a los descuidados, de las sobras del mercado.

Los muchachos deambulaban por las calles polvorientas. Bajaron, bordeando la muralla, hasta la torre de Abdelaziz, pasaron por delante de la Puerta del Carbón y luego, cruzaron por la Herrrería del Rey. Junto a la Torre de Oro que comunicaba con el Alcázar, Miguelato, que así se llamaba, le dijo a su compinche:

-         Algún día parte de ese oro de América será...

Cada año partían dos expediciones, en abril hacia Veracruz, y en agosto hacia Nombre de Dios y Portobelo, en Panamá.  El pilluelo había intentado embarcarse pero por la edad lo rechazaban. En su andar hacia ninguna parte pasaron por delante de la Atarazanas que era un hervidero y por la Casa de Contratación. Allí se fraguaba todo lo que tenía que ver con las Indias.

En las gradas de la catedral, a las espaldas, de Patio de los Naranjos, otros dos muchachos, un poco mayores que ellos, Rinconete y Cortadillo, se repartían los maravedís obtenidos de la venta de una camisa blanca birlada a un francés…

Sevilla era la ciudad más rica de España y también donde más pobres había…

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