viernes, 1 de abril de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sombras

 

 

                                   


   Málaga. Comedor Social de Santo Domingo


1 de abril, viernes. Las noticas traen tintes de cierta preocupación. No hay que alarmarse, “nunca llueve como truena”. Sombras, solo sombras. Las sombras están bien para mitigar las calores del verano – si pasa de cuarenta grados es la calor, y si no llega, es el calor -, o para los versos de Rosalía – Sombra negra – que canta, como nadie, Luz Casal. Cuando se ciernen de otra manera, como que no.

Dice el responsable de uno de los comedores sociales de Málaga que están desbordados. La gente no llega a final de mes. Lo que tienen es insuficiente. Les cuesta un mundo de privaciones superar la primera quincena del mes. Esto ha entrado en una vorágine que no hay quien la pare… No sé. No debe ser fácil el empeño. Esperamos soluciones. No llegan.

La cesta de la compra también se ha disparado. Vienen noticias cargadas de subidas imparables. Nada está quieto y los precios de hortalizas y productos básicos, se han ido a las nubes (por la altura, claro)…

En algunas gasolineras, en esta mañana atípica donde devuelven dinero cuando se va repostar, se han formado colas… Me acuerdo de aquellos años de inflación galopante cuando anunciaban subidas de sopentón y la gente se levantaba de la mesa para llenar el depósito…

-         Oye, que me han dicho que vuelve a subir la gasolina…

-         Bueno, ¿y qué? Yo echo veinte duros…

El telediario por otro lado, informaba del problema de los caseteros, en la Feria de Sevilla. Tienen que ajustarse a la nueva legislación laboral. La cosa, clara. Contratos indefinidos, no podrán trabajar más de ocho horas seguidas y tienen que descansar, doce. Deduzco que llegará el acuerdo.

Sería doloroso el cierre de casetas. Una feria de Sevilla sin casetas… Vamos, ¿un mar sin agua? Imposible. Me viene a la mente los que necesitan soltar adrenalina. A veces un respirillo es preciso. Todo está tan estresado que, de vez en cuando, hay que pensar que en el mundo pueden ocurrir otras cosas.

Pienso también en quienes necesitan un dinerillo. Hay que seguir tirando… ¿Se acuerdan de aquellos turroneros que venían a las ferias de los pueblos? Y el de las escopetillas de plomos, y el que vendía sombreros cordobeses y bastones de madera de adelfa, los del circo… Hoy todo eso son recuerdos. Nos hemos hecho grandes. Se apetece una copita entre amigos. A ver si se disipan algunas sombras. Lo necesitamos.

 

 

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