Virgen de la Cabeza, Patrona de Álora
23 de abril, sábado. Santa Brigida da el nombre a una ermita
pequeña, a las afueras de la ciudad, en la barriada de la Estación. La ermita
está junto al camino que lleva desde el pueblo a Los Callejones de la Barca.
Santa Brígida tiene una sola nave,
diáfana, y un mural con pinturas al fresco que recuerda la acampada de
guerreros en un descanso de la batalla diaria y recorre el frontispicio del
Altar Mayor. Hasta ella llegan los aromas de las huertas cercanas o el frescor
del río en las madrugadas del verano.
Sabemos que la imagen de la Virgen de
la Cabeza se venera en un Cabezo– de donde recibe el nombre - en Sierra Morena,
entre las provincias de Ciudad Real y Jaén, en Andújar – desde el siglo XIII,
en que se apareció, según la tradición, al pastor de Colomera, Juan Alonso
Rivas.
La devoción se extendió por toda
España. De siempre fue multitudinaria la asistencia de peregrinos hasta el
santuario, a veces con desmanes, y para corregirlos el Rey Carlos III publicó una
Pragmática Sanción limitando el número de personas que podían acceder a la
romería (la segunda más antigua de España).
No sabemos quién la trajo a Alora, ni
cuándo el Concejo de la entonces Villa, la aceptó como Patrona. ¡Sería muy
interesante encontrar ese documento!
Su cofradía tiene antigüedad del 6 de
diciembre de 1625, según testimonio de Felipe García, que también dice que el
ermitaño que cuidaba la ermita en 1644 era Francisco Reina.
En 1656, su Hermano Mayor es Alonso Ruiz de la
Cueva. En 1715, Antonio Cuenca, su ermitaño. En 1777, Pedro Díaz Castro deja en
su testamento una arroba de aceite y dos libras de cera…
En el XVIII, Francisco Martínez Primo, el tallista que doró el retablo de la
Encarnación, dejó dinero para misas y tres arrobas de aceite.
La imagen
primitiva la destruyeron en los desgraciados sucesos de la Guerra Civil. La
imagen actual es de José Navas-Parejo, sufragada por doña Isabel Ríos. La Hermandad ha tenido momentos esplendorosos
alternando con otros más bajos. Ahora experimenta un resurgimiento de manos de
gente muy joven.
El devenir
socioeconómico ha influido de manera negativa en la barrida de la Estación que
ha perdido población y parte de la pujanza de otros tiempos. Hoy sus vecinos se
acogen al fervor hacia la Virgen como lazo de unión y recuerdo.
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