9 de abril, sábado. Es algo así como el pobre de la
cocina. Eso de poner un pobre a la mesa, a veces como que cuesta un poco… Pues
para que vean, es una de las legumbres más universales conocidas, hasta el
punto de estar implantado su consumo en todos los continentes.
Dicen que nació en el
Mediterráneo. De sus orillas se extendió por el norte y se adueñó de Europa;
bajó por el sur y llegó hasta las zonas centrales de África central, después de
cruzar las llanuras subsaharianas y se expandió hasta Ghana y Abisinia. Por el
este, cruzó las estepas persas y se introdujo en el subcontinente de la India.
Los españoles lo llevaron a América y lo implantaron en México y California… Carlomagno
recomendó a sus súbditos su siembra para evitar hambrunas.
El nombre científico de esta
planta herbácea es el Cicer arietinum.
No supera el medio metro de altura y se viste con flores blancas o violetas.
Crecen en el interior de una vaina que en algunos lugares se conoce con el
nombre de cascabullos. En su interior se desarrollan dos o tres semillas con
una periodicidad anual.
Es planta de terrenos áridos.
Se suele sembrar según que sitios, ya avanzado el otoño y se recolecta a
principios de verano, siempre en horas donde la sequedad del medio ambiente no
sea excesiva. Los labradores suelen hacerlo a primeras horas del día y cuando
soplan vientos del levante que traen una gran humedad. Son los días más
apropiados para que no se desaproveche parte de la recolección, que se puede
desprender y perderse en el suelo.
La agricultura moderna mecanizada
utiliza una metodología diferente. Cuando se hacía manual, se solía proteger la
mano con un guante porque “el salitre” causaba grietas muy dolorosas.
Sus propiedades nutritivas lo
han hecho imprescindible en la gastronomía, hasta el punto que algunos expertos
reconocen que son cerca de doscientas recetas diferentes las que lo pueden
presentar en la mesa. Combina con otras legumbres, con hortalizas o con un
amplísimo abanico de proteínas de origen animal.
Entre sus propiedades se le
reconoce la ayuda para controlar la presión arterial. Es bajo en sodio, y
contiene gran cantidad de fibra que favoreces el tránsito intestinal y la
disminución del colesterol. Da energía de lenta absorción, genera saciedad y
evita picos de glucosa en sangre… O sea, que hay que comer garbanzos, sí o sí.
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