14 de abril, Jueves Santo. Ha amanecido un día espléndido.
El sol, por el cambio de hora, cada mañana aparece un poco antes en el
horizonte que esta mañana estaba limpio de nubes, de bruma, de cualquier atisbo
que tuviera la intención de poner algo de telarañas.
Dice el refrán que de los tres
jueves que relucen como el sol, éste, el de hoy, el Jueves Santo, además de ser
uno de ellos, es el que abre el calendario y ya está aquí. En el orbe católico
con una significación especial. Entre el resto, como un día de primavera que se
abre paso imparable.
Muy temprano cantaban los
mirlos en la alameda del arroyo. Los mirlos – y muchos otros pájaros, también –
andan ahora en ese proceso asombroso de cumplir su ciclo y hacen sus nidos.
Verdaderas obras de arte, admirables. Allí, no cabe ninguna duda, está Dios.
Está la mano de Dios.
Las florecillas del camino, con
abejas libando, a medida que el sol ha subido hacia su cenit, han abierto y han
ofrecidos tonalidades de color increíbles, asombrosas. Tan únicas, que solo
pensar en reproducirlos ya es una obra de arte. No tengo ninguna duda. Detrás,
sin que casi se perciba, está el esplendor de Dios.
Esta noche han funcionado los
hospitales. Cientos, miles de personas, han dejado su saber profesional para
entre todos solucionar los problemas de los enfermos que han acudido a las
urgencias o que han estado postrados en las camas de los hospitales. Muchos de
ellos tendrían una estampita de la Virgen de su pueblo o de su devoción
preferido en la cabecera de la cama. Además de todo esto, por los pasillos, por
lo rincones recónditos, estaba también la mano de Dios.
Un número imposible de
cuantificar – religiosos, cuidadores, asistentes en centros sociales, servidores
del orden, profesionales… ¡qué sé yo! – han cuidado de todos nosotros. Han
hecho posible que alguien se tome el medicamento a su hora, ha consolado al
niño que lloraba, ha tenido un gesto de ayuda hacia quien lo necesitaba… Allí
estaba Dios.
En muchos templos alguien habrá
entonado un himno sublime y de las gargantas habrá salido un canto: “Ubi
caritas et amor Deus ibi est”. Donde hay Caridad y Amor allí está Dios. Dios a
pedir de calle. Dios, de una u otra manera, casi en nuestro encuentro y a veces
nos cuesta verlo, o será que como es tan común casi ni le echamos cuenta….
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