20 de
abril, miércoles. Era temprano. Dejé el coche donde siempre.
Crucé el Guadalmedina por el Puente de la Esperanza que nació tarado de una
acera. Vamos, que la hicieron más pequeña. Debieron pensar que por allí no
transitarían nunca peatones…
Pasé por el Hoyo de Esparteros
donde estaba La Mundial y ahora construyen
un hotel diseñado por un arquitecto, de esos de mucho relumbrón, y que algunas
veces se dejan caer con unos bodrios horrorosos. Esperemos que aquí no se
cumpla. Y ‘encaje’ en esa Málaga de cielo con gaviotas y palomas en el parque.
Crucé por Atarazanas. Desde la
remodelación del Mercado Central, cada día tiene más de boutique de tabernas
callejeras, muy modernas ellas, y con unas cartas de precios que como te
descuides, Dios tirita, que de mercado de abastos.
La calle Herrería del Rey -
¡qué encanto de nombre ¿verdad? – es estrecha y corta; lóbrega y húmeda.
Íntima. No entra el sol nunca. Ya está tomada por la churrería de Aranda que ha cogido todos los portales
libres… Y como va a más, ha revuelto también por calle Alhondiga… Me siento.
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¿Qué va a ser, pregunta el camarero?
-
Un chocolate y tres churros… Ah y un botellín de
agua fría, por favor.
Y ahora, todo tan moderno,
apunta en un aparatillo. Transmite la orden y no se escucha eso de: “marchando
un chocolate, tres churros, y botellín de agua fría, para la cuatro...”
Anduve por Puerta del Mar, en
el entronque con la Plaza de Félix Sáenz. Uno de los hombres ilustres de la
Málaga del XIX. Por Alarcón Luján, que fue alcalde, salgo a Larios. Decir ese nombre
en Málaga es como nombrar la Torre Eiffel en París, el Vaticano en Roma, Time
Squar en Nueva York o la Puerta del Sol en Madrid…
Caminé de espaldas a las brisas
que suben del mar. Llegué a la Plaza de la Constitución. En su esquina, ya no
está la zapatería Parriego, donde una mañana se entró el perote y pidió unos
zapatos del 42. Se dio un paseo por la
alfombra y preguntó el precio y…
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Treinta y dos mil pesetas…
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¿Treinta y dos mil pesetas por unos zapatos?
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Tenga en cuenta que es confección a mano, piel
de cocodrilo y, además, Parriego….
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Pa
riego me compro yo unas botas, por quinientas pesetas ancá El Pintó, y van divinamente…
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