18 de abril, 2022. A veces me asomo a la ventana
con el morboso deseo de contemplar las caras de las gentes que llenan las
terrazas de los bares que circundan mi casa. La cara, dicen que es el espejo de
alma. Puede que sea cierto. Estos días de celebraciones – salvo cuando la
lluvia ha dicho otra cosa- la gente se ha echado a la calle.
Es curioso observar la cara de
hombres y mujeres que después de un paseo largo, quizá de horas, buscan el
asiento confortable de una silla metálica y el sabor reconfortante de un
refresco. Tienen que cargar azúcares y darle un poco de descanso al cuerpo
maltrecho y apaleado por horas de estar de pie, de aguantar bullas, de soportar
achuchones…
Son generalmente gentes que han
pasado los cuarenta. Los más jóvenes van a su bola y siguen de largo. A ciertas
edades, con la diversión vienen otros componentes que más que estimular, son
frenos y aconsejan un poco de parada. Desde la distancia no logro leer en sus
ojos; sus caras expresan cansancio.
Los niños son otra cosa, la
mayoría se las anda con la cabeza metida en el móvil y trastea con una
habilidad asombrosa en las teclas. Las caras de los padres…. Algunas son inexpresivas,
que venden hastío; otras, tienen la ilusión un poco ahogada por el cansancio.
(Una mujer ha sacado los pies de los zapatos). Dejan que pase el tiempo. El
camarero les pone sobre la mesa el servicio solicitado.
La gente se habla a gritos. Es
más, a veces pienso que no habla, se chillan y se transmiten no sé qué mensajes
ininteligibles desde la distancia y desde detrás de los cristales de la
ventana.
¡Qué concentración de misterio
en esta gente que repone sus desgastadas fuerzas en las terrazas de los bares
cercanos! ¿Qué preocupaciones anidarán en sus interiores? Se han salido a la
calle probablemente para olvidarlas. Desconocen que van con ellos mismos. A
veces, llega alguien conocido que se incorpora al grupo. Se saludan efusivamente.
Le hacen sitio y, precisamente entonces no son conscientes que acaba de
incrementarse el misterio que se encierra en cada persona.
La terraza del bar es el
embarcadero de un día de fiesta cuando se viene de retirada. No han puesto le
letrero: “se prohíbe varar embarcaciones”. No hace falta. Todos, dentro de un
rato se irán camino de otros puertos…
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