13 de abril, Miércoles Santo. De la mano del maestro, de mi
maestro Manuel Alcántara, me he parado a rezar con él al Cristo de la Buena Muerte.
Su oración me ha servido una vez más, para acercarme hasta los pies del que
está en la Iglesia, al otro lado del río… porque como dijo el maestro “cuando dio
las tres voces lo oyeron en Santo Domingo, en las tinieblas y en la Legión”.
Tenemos un Cristo para muchos
momentos de nuestras vidas. Son los Cristos que están a la orilla del camino y
que algunas veces hemos encontrado… O ahora que lo pienso, ¿y si es al revés, y
son ellos los que se nos han hecho los encontradizos? No lo sé, no lo sé, pero
lo intuyo…
Al Cristo de la Clemencia, el
que está en la capilla de la Sacristía de los Cálices en la catedral de Sevilla,
me llevó don Antonio García (un sevillano de Dos Hermanas y uno de los hombres
más buenos que he conocido en mi vida…). Yo era un muchacho que no había
llegado a los veinte años. Fue el primero que me enseñó Sevilla, sus rincones,
sus jardines, sus rosas, y por supuesto el Cristo de la Clemencia…
De la mano de Pepe Rosas fui
ante Jesús de Pasión. Era una noche de Jueves Santo. El silencio se cortaba en
la plaza del Salvador. No cabía ni la luz de las estrellas. Los pies
arrastrados de los costaleros sobre la tarima que hacía la rampa de subida al
templo, era el contrapunto a la saeta que cantaba José Pérez Blanco, “Pepe
Peregil’, en la noche que ya era casi Madrugada…
Pepe, también me dijo: “Toma
nota: Cuando a tus plantas me hallé / me hinqué de rodillas / y admiré la
maravilla / que el divino Montañés / tallara para Sevilla”. Esa letra es de una
hermana de tu bisabuela Antonia Morales…. La guardé. Ante Ala imagen la he
recordado una y otra y otra vez…
Al Cristo de la Expiración, el
que está en San Pedro y tiene la mirada vidriosa, entre la vida y la muerte
perdida en el cielo…., me llevó la mano de mi entrañable Paco Rengel.
Cristo está hecho un cristo por
muchas esquinas, en las estrechuras de las calles…. “No me mueve mi Dios para
quererte (… )Muéveme, en fin, tu amor, y en tal
manera,/
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,/ y aunque no hubiera infierno, te
temiera”
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