lunes, 21 de enero de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Chineros



Había, cuando yo era niño, un chinero en casa de mi madre. Bueno, para ser exactos, dos. Ocupaban el testero, al fondo del salón, a ambos lados de la litografía grande del Corazón de Jesús que estaba el centro.  Sigue, también, allí  la chimenea que no se encendía nunca porque hacía mucho humo.

Los chineros eran dos alacenas con poca profundidad. Estaban protegidas por hojas acristaladas y cerrados con llave. Los niños veíamos las piezas pero no podíamos tocarlas porque eran frágiles, tan frágiles que ‘hasta pueden darles un aire y se rompen’.

Allí se ‘encerraban’ piezas de cristalerías, algunas con filigranas bordadas, preciosas que imitaban flores,  porcelanas más o menos  - más bien menos – valiosas en cuanto al valor material pero no en el afectivo. La vajilla, contenía un montón de piezas; platos hondos, llanos, otros que decían que eran de postre;  una cafetera con un pitorro muy largo y una sopera con la tapadera ribeteada.

Se estancaban varios juegos (al menos así los llamaban) de café, con una jarrita para la leche y un azucarero con una pirindola para levantar la tapadera; unos servicios de té (uno era colorado intenso y tenía los bordes  dorados.  Le daba un aspecto oriental y diferente); otros, blancos,  y las figurillas como de marrón desleído y suave.

Los chineros no se abría nunca. Mejor, casi nunca. Solo cuando se hacía una limpieza a fondo en la casa. Entonces, con sumo cuidado, se desmotaban las piezas que, generalmente, para aprovechar el poco espacio estaban unas sobre otras o justo al lado, se sacaban y se ponían sobre la mesa larga del comedor. 
Mi madre, extendía un paño blanco sobre el que las depositaba para evitar dañarlas. El cuidado para moverlas era extremo. Casi siempre se rompía alguna y entonces la contradicción y el disgusto era grande.

Los chineros, desde que se fue mi madre, siguen allí impávidos. Una leve capa de polvo, filtrada por las rendijas de las portezuelas se ha acumulado sobre platos, copas, vidrios, figurillas… Esta mañana me acerqué a buscar un libro. La casa sigue cerrada y yo he tenido un nudo en la garganta durante un rato largo. Se humedecieron los ojos y flotó una pregunta sin respuesta….




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