lunes, 7 de enero de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Dios tiene una O






7 de enero.- No llueve. Es tanta la necesidad de agua que la persistencia  en los días de sol y de anticiclón se antoja ya muy pesada. Los trigos tempranos y las habas nacieron bien con las aguas de otoño. Ahora, piden un rocío que baje del cielo con abundancia. Vamos piden agua.

El deseo que el tiempo rompa con la tónica es grande, hasta el punto que no se intercambia conversación con alguien conocido que no incida en lo mismo: hace falta que llueva.

Frío, -el refrán habla de enero heladero y esas coas-  pero hace mucho frío al amanecer después de romper el alba, y antes que apunte el sol. Todo el campo tiene un manto blanco. Luego, a medida que entra el día se diluye. Parece casi primavera. Paco González me dice que en los Llanos ya ha tocado algo. Lo cantan las chefleras, las hojas caladas y una plumaria que tiene en la orilla del río.

Fulgencio habla de tiempo de helor también en su pueblo, en el Trabuco, - Villanueva del Trabuco -  de chimenea con troncos de olivo  - eso no lo dice Fulgencio- pero yo que conozco el paño sé que son los mejores para una lumbre espléndida en la chimenea de la casa.

Me refugio, ahora que se ha ido el sol, aunque los días son ya un poco más largos, en la lectura. Me reencuentro con la literatura de Pérez Lozano. He estado con él con la satisfacción de quien se reencuentra con un viejo amigo. Lo leí, por primera vez, cuando yo debía andar, poco más o menos, por los dieciocho años. Ahora ha sido distinto. Dios sigue teniendo un O, y las campanas aún tocan solas. Ya no tengo susto del búho, que cuando niño, por las noches hacía uuuuhhhh, en las casuarinas que orillaban la vía del tren. No están ni las casuarinas que para nosotros eran los pinos de la vía, ni los búhos, que por las noches, hacían uuuhhhh. Tampoco está el niño aquel y, Tiberio, probablemente andará confundiendo nubes –donde las encuentre porque aquí la cosa está difícil - , mientras Las Campanas tocan solas,  con el mapa de África. ¿Habrá encontrado la O de Dios?, porque de lo que sí estoy seguro es de que Dios tiene una O ¡Qué grande era  Tiberio, quiero decir, José María Pérez Lozano!

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