“Tu calle ya no es tu calle, que es una calle
cualquiera”. Arranca frente a lo que fue el Café de La Balita, de principios
del XX. Lo pone en la puerta. Termina en
la del Viento…
Aparece en Escritura, de 16 de julio de
1589, ante Juan Pérez con un censo sobre dos fincas rústicas y una casa en el
barrio de las ‘Herillas’ donde se trillaba la mies; eras pequeñas.
Desde
las traseras de la Veracruz hasta la Callejuela existe una calzada protegida
por una verja, ocupa media calle. En la
Veracruz – respalda uno de los laterales
del templo - fue ermitaña la abuela de
mi amigo Pillo Lobato.
Allí, también, tuvo su molino de harina
“Juanito, el del Molino” – Juan Pérez Márquez – bonachón, y con genio capaz de
mover sacas de harina de un montón de kilos. Pasaba horas echado sobre la
baranda. En los tiempos de la Transición, hubo quien ya tenía hecho el ‘reparto’, pasó uno por la calle:
-
“Juanito, a ti no vamos a quitar el molino. Te vamos a
quitar la baranda…”
Ha ‘dado’ dos alcaldes: Cristóbal Pérez y Antonio López y casa a los abuelos de un tercero, Epi. El
primero dotó de agua corriente a la población y levantó el mercado de abastos; el
segundo, el más votado, de la Democracia. Le pudo la responsabilidad; dimitió
pronto; el tercero, el que más tiempo permaneció en el cargo, cuatro
legislaturas.
Por la Callejuela -tomó el nombre de Alonso de
Padilla, presbítero, hacia la mitad del siglo XVIII -, enlaza
con Juan Naranjo. En una esquina, el mejor restaurante de Álora, Casa Abilio;
en la otra, nació Diego Beigveder, “Diego, el Perote”, uno de los grandes
del cante... y vivió Rafael, “el de los helados”. Una vecina lo amenazó con denunciarlo
si seguía con aquella boca. Una mañana aparejaba al borrico. Al apretar la
cincha, el animal se movía…
-
“No te aproveches, no te aproveches…”
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