Se llamaba Juan María Bautista
Vianney. Nació en Dardilly, entre Lyon y los Alpes. Hijo de gente del campo; su
padre y su madre, pobres – casi normal – campesinos. Tercero, de seis hermanos
y torpe, muy torpe. Era incapaz de recordar por la tarde lo que había estudiado
y memorizado por la mañana.
Murió con 73 años. En agosto se cumplirán 233 de su
fallecimiento.
De niño va a la escuela del
pueblo. Le cuesta aprender; de joven, pegado al cura de la parroquia comienza a
despertar su vocación. Quiere ser cura. En el seminario se abre camino a duras
penas. Le ayuda Marcelino Champagnat – luego, años después, fundador de Los
Maristas – y Matthias Loras, más tarde obispo de Dubuque…
Ordenado por misericordia, lo
mandan de cura a un pueblecito - aldea que
no llega a los trescientos habitantes – en la campiña. Ahí aparece el otro
hombre. Renuncia a las paupérrimas comodidades que le ofrece la casa que habita
el cura. Regala el colchón a un mendigo, duerme sobre el suelo; tiene por
enseres una mesa, una sartén, una mesa vieja y una silla… No come apenas; casi
no duerme. Horas y horas de oración. Comienza a extenderse entre la gente que el
cura, es ‘otro tipo de cura’.
Su capacidad para escuchar; saber
qué es una cosa qué es otra; y, la humildad hace que la gente comience a acudir
ante él. El confesonario - prácticamente
lo vive todo el día – es el lugar donde él transmite. Administra el Sacramento
de la penitencia y da consuelo humano a quien llega.
Su vida, pura mortificación.
Ars deja de ser Ars. Acude la gente en masa. Todas las clases sociales y de todos
sitios. Sabe discernir quién es quién. A
todos, por igual salvo a los enfermos; tienen preferencia.
Su vida es vida de oración y sacrificio. Eso,
no está de moda. Ese mensaje hoy no vende… Está plagada de anécdotas. Una viuda
acude atribulada. Su marido se ha arrojado a un río. Entre la multitud, el cura
se dirige a ella: “entre el puente y el río hay un trecho…”
Después de él, pues eso... Ars no tiene ya
nada que ver… Hoy me ha dado por escribir sobre este hombre. A veces a uno se
le ocurren unas cosas…
Fuente: El cura de Ars. Bruce Marshall.
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